por Victor Nubla y Juan Crek
reproducción facsímil electrónica de la primera
edición de 30 ejemplares de la novela, publicada por las Ediciones
del Khan en diciembre de 1995
(tiempo alfacincano)
con maquetación de Sergio Oca y Elena
Val. Segunda edición revisada de 500 ejemplares en la Biblioteca
para Misántropos en enero de 2009.
Con el soporte de la Asociación para el
resurgimiento
de la Gran Oreja Pérez (A.R.G.O.P.)
fuentes:
Macromassa Bándica
Manufacturas Marte
Unidad Sergio Caolín II
Vector Mácrico Anual Reportando
Oficina Pérez / Grandes Ujieres
© Juan Crek / Victor Nubla (Macromassa)
excepto:
Diseño de la Gran Oreja Pérez © Biel Oliver
Pérez Obrero © Zush
Consecución Pérez © Pep Ribas
Pérez-niño © Adrià García
Apushasha y las lluvias de gallinas © Rita Morros
-todos ellos Grandes Ujieres de Pérez-
INTRODUCCIÓN
por la Unidad Sergio Caolín II
Juan Crek (el perdedor demócrata) y Victor Nubla (el premonitor variable) han considerado este libro como FANTASTÓNICO y ESTROPELÁSTICO, en unas declaraciones que concedieron a esta unidad en el punto 3.502 (donde se encuentran el azar y la locura). Desde allí, seguían con atención las actividades de:
Un jefe militar de jerarquía ciego,
un psicólogo brutal,
un testigo falso testarudo,
un diseñador de moda con escarlatina,
un fabricante de armas hipersensible,
un juez voluptuoso,
un carcelero de andar algo afectado,
un hereje con anhelo de reconocimiento,
un criminal de cara ovalada y
un científico nuclear influenciable.
LOS HECHOS PÉREZ recoge una buena parte de la filosofía
de Pérez y algunos datos ciertamente embarazosos sobre su vida privada.
Define con precisión los términos estructurales de la nebulosa
macromássica y apunta determinados detalles sobre el emplazamiento
del Submundo. Así mismo, incorpora atractivas estampas gráficas
de las Manufacturas Marte.
También ha sido posible contar con un texto introductorio redactado
por Pérez específicamente para la ocasión. Es el siguiente:
"La estepa ardía. Yo pensé: "¡cielos, pienso!".
Inmediatamente, dejé de hacerlo. Pude así observar el paso
majestuoso de las abejas, el vuelo grácil de los machos cabríos,
la siempre aguileña cara del avellano. El cuello y el sistema linfático
del perejil. La lengua del miércoles. Las fechas antiguas de Egipto.
El oído y la sordera." (Pérez)
Pérez B que tiene Pérez A
de A Pérrez pasear.
Pérrez B que no tiene Pérez A
de ser paseado.
Pérez B que Pérrez se rasca
y piensa:
¡A! ya se B que como Pérez,
Pérrez es.
EXORDIO
Los Hechos Pérez recogen varios hechos, sin incluir Helecho Maltrecho
ni El Hecho de Saberlo, que son hechos básicamente posteriores.
Los Hechos Pérez se remontan a los primeros momentos de la intersección
Pérez/Macromassa, de manera que se incluyen algunos antiguos textos
de tipo precursor o profético, como El Regreso a las Botellas de
Papá Nódulus o Mis Primeros Pasos. La experiencia física
de todo ésto es mucho más compleja y/o difícil de
creer. Por ello, resulta inevitable atenerse en muchas ocasiones a los
vestigios gráficos y semánticos no verbales que particularizan
los hallazgos procesados al margen de la entrevista y los textos.
Ahí comienzan los hechos Pérez...
PROLEGÓMENO
Antes de disfrutar del Submundo, Pérez se dedicaba a explorar
el difícilmente pintoresco territorio de No-Mundo Pérez,
también conocido como No Caídas Totales o Alfa Cinco (en
su variante Aburrido por la Tarde), con sus encantadores nativos, especialmente
los de la variante Absolutamente Convencido, cuya educación personal
y genética les había llevado a una intelectualización
exacerbada que les impedía comprender todo aquello que no podía
ser exacerbado intelectualmente. De ahí provienen estas máximas
y mínimas: "Se me aparece el versículo que hace referencia
a la principal dificultad técnica universal: Luego se va" (palabras
de Pérez a la Unidad Sergio Caolín II durante una complicada
noche) "Me comería la sopa si todo saliera bien" (palabras de la
Unidad Sergio Caolín II a Pérez durante un difícil
mediodía).
La segunda frase la inspiró el curioso sentido de la hospitalidad
mental que muestran los habitantes de las esferas de tipo Alfa. Hospitalidad
Mental no es igual a Comodidad Mental del Anfitrión, diríais.
Sin embargo, para los nativos de Alfa Cinco (en su variante Aburrido por
la Tarde), esas cosas suelen hacerse, establecerse y sucederse a sí
mismas con todo el aplomo del que ese tipo de cosas son capaces.
Puede pasar que ello acarree la pérdida de una oreja. Una irremediable
pérdida que, fatalmente, sumió a Pérez en la ausencia
de su oreja y en la conciencia de la otra.
Las pérdidas de oreja pueden (no siempre) paliarse con sonotones
orgásmicos. No es recomendable usar más de tres ni menos
de uno. Aún así, muchos sonotones orgásmicos contaban
con otros defectos. El principal de ellos, no ser orejas.
INTRODUCCIÓN II
Pérez obtuvo su licencia de mantenimiento de esferas en uno de
los primeros días del otoño de 1.9767; era un día
lluvioso y alegre y las calefacciones extendían el aroma de gas-oil
por toda la ciudad. Cuando el hombre-buzón con el sobre oficial
llamó a la puerta, Pérez trataba de cerrar una ventana para
evitar que escapara la zamploña que le había regalado su
vecino, un socavador de frisgos que viajaba frecuentemente. Abrió
la puerta unos centímetros y atrapó el certificado mientras
la zamploña le miraba, expectante, desde la cortina del salón,
aguardando su paseo diario sin comprender que no sólo llovía
al otro lado de la ventana, sino también más allá
de la puerta.
Extrajo del sobre la llamativa licencia fosforescente y la sostuvo
en las manos. La alegría y la confianza le invadieron, sintiéndose
dispuesto a sobrellevar con entusiasmo las tareas de constatación
de parámetros de fluctuación microtónica y obtener
aspectos referentes que pudieran facilitarle la redacción de los
informes (útiles y convincentes, tal como deben de ser) que, a partir
de su incorporación, debería remitir sin falta, todos los
estiércoles, a Mundo Pérez. Súbitamente motivado,
se imaginó a sí mismo emprendiendo la misión con el
empuje que sólo alguien que acaba de obtener precisamente una licencia
de mantenimiento de esferas, puede desarrollar.
En el pliego oficial se indicaba claramente el punto de destino: Alfa
Cinco. Una esfera, naturalmente, pero no su preferida. Pérez comprendía
que su primer destino fuese uno de los menos apreciados por la colonia
de mantenedores. En cualquier caso, nadie obtenía algo mejor al
principio de su carrera y sólo el mismísimo Uspérez
04 (dejando atrás un desfalco de setecientos mil pelíkanos
de cobre) había podido auto-destinarse a Tranxilila, el paraíso
de los mantenedores de esferas y no exactamente una esfera, sino más
bien un ovoide gaseoso rodeado de estaciones balnearias, cuya población
mayoritaria dice "sí" prácticamente a todo.
La lluvia golpeó el tejado. Dirigiendo una mirada de complicidad
a la zamploña, que ésta no comprendió en absoluto,
Pérez se sirvió un rebobinante y se arrellanó en el
sofá, recordando el momento de su comparecencia ante el Gran Pérez,
unos días antes...
Hasta entonces nunca le habían permitido entrar en la sala de
magnetización. Las llamativas señales romboidales, amarillas
y verdes, mostraban la mano sosteniendo la varilla de forma sinusoidal
e indicaban la prohibición de avanzar a todos aquellos que no poseyeran
el brazalete Darlia o el distintivo Pérez-universal.
Fue introducido por un conserje togado previa exhibición de
su retablo portátil de las cien predicciones de Ateo Mateo y durante
varias horas, le fueron mostrados los diagramas móviles del mantenimiento
de esferas sobre una gran pantalla semicircular que rodeaba la mitad de
la inmensa sala. Cada cinco minutos, un letrero luminoso se encendía,
siempre en un lugar distinto, recordando la definición de "microtonía"
(pequeña mentira dicha al oído).
Para resistir los ronquidos del Gran Pérez, le fueron administrados
diversos compuestos psico-activos en los que predominaban el amoníaco
y el extracto de apio de dos años. Durante toda la sesión
y cada diez minutos, una cebra distinta le secaba el sudor de la frente
y centenares de gemadianos procedentes del sistema Nódulus le sobresaltaban
contínuamente, sacudiéndole del brazo y recordándole
sus nombres...
Pero la licencia ya estaba en sus manos. Ahora debía preparar
el viaje.
En Alfa Cinco, especialmente en la variante Aburrido por la Tarde, la
vida no es difícil (los nativos, especialmente los de la variante
Absolutamente Convencido, no tratan mal a los mantenedores, tan sólo
les causan desconcierto). Aparte de su trabajo, Pérez debía
observar y respetar los usos sociales, comunicarse con Mundo Pérez
una vez a la semana y no gastar mucho dinero del Presupuesto General de
Mantenimiento de Esferas.
Y una cosa más: Horas antes de dejar Mundo Pérez, había
sido citado de nuevo a la sala de concurrencias por el Gran Pérez,
el cual, completamente despierto, se había colocado un sombrero
negro de 72 cm. de diámetro, cubierto por extrañas filigranas
de hilo plateado. Pérez supuso que lo hacía para protegerse
de los intensos focos. A su lado, en la mesa, él mismo hacía
las funciones de secretario, parapetado tras una ventanilla de secretos
portátil dotada de una ingeniosa persiana lateral plegable "3".
Pérez se sentó en la única butaca del pequeño
fideo-teatro, construído en los años en que Uspérez
04 se lucraba a costa de la edificación de auditorios con graves
problemas de acústica. Allí recibió la última
y secreta instrucción, que se transmite sólamente a aquellos
que deben viajar a Alfa Cinco en calidad de Mantenedor de Esferas.
(El Gran Pérez, micrófono en mano, se dirigió
a su único espectador, levantando el ala del sombrero para poder
lanzarle su penetrante mirada, de cafeínico poder):
-Para llenar mentes hermanas y con máscaras que consuelan intelectos,
dormir el sueño de la hétero-vida, hay que despertar de vez
en cuando acompañado por el canto gentil del riachuelo de las novedades,
desperezarse indolente en el domingo mental que todos debemos darnos; acuciar
a los cangrejos que habitan en los libros, perder alguna partida con un
antiguo pensamiento, disfrutar del simulacro. Pero, cuidado, no es
una alfombra de hojas, es un destornillador. Lamentablemente, dicho conocimiento
no debe ser transmitido a los nativos. Ningún habitante de No-Mundo
Pérez puede saber que es un destornillador. ¿Ha comprendido
usted?
-Ahora, tome su libro y entone conmigo el Primer Canto Celular Básico
de Desapetencia (P.C.C.B.D. / XVII) -le indicó el secretario,
mirándole por primera vez.
Pérez extrajo de su bolsillo el Manual Característico
para Concurrencias y buscó la referencia en el índice. Aclarándose
la garganta, declamó con afectación:
-¡Sombras de las estatuas que alfombran las alfombras de hojas
en los paseos de otoño!
-¡Lejana indumentaria! -respondieron los de la mesa.
Los tres se pusieron en pie.
-¡Hipoteca de los dioses que, en racimos, trajiste ángeles
verdes, granos de sol y cazuelas de barro! -continuó Pérez.
-¡Seca nuestra voluntad tu admirable aguja de madera! -cantó
el secretario.El Gran Pérez:
-¡Escondemos a nuestros hijos cuando tú llegas, envueltos
los bolsillos en el aliento húmedo del averno!
Pérez:
-¡La luz toma el color de las moras y éstas, el de la
tierra pálida y el viento taciturno pule las rocas blancas -de un
lugar a otro- a través del negro del cielo, agitado también!
Los tres:
-¿Esperas que creamos en los peligros del bosque metálico
que tus alabanzas construyeron sobre el mar?
El Gran Pérez:
-¿Con medios olvidados abriremos las cáscaras de aquellos
frutos sin alas?
Pérez:
-¿Dan comedores en las cocinas del pan?
El secretario:
-¿Existen los mamuts -aquellos nobles y gentiles peces, orgullo
de las profundidades cristalinas-?
Todos:
-¿Tienes hora, por favor?
(El Primer Canto Celular Básico de Desapetencia (P.C.C.B.D.
/ XVII) ha sido, hasta nuestros días, el mejor antídoto contra
la picadura de berberecho mutante A/F, probablemente la especie más
peligrosa en Alfa Cinco.)
Se sentaron de nuevo. El Gran Pérez estaba prendiendo de su
solapa una diminuta linterna que producía un destello intermitente
rojo. El secretario hizo lo mismo con otra. Permanecieron en silencio durante
cuatro horas aproximadamente, hasta que una de las linternas agotó
su pila. Era la señal para que Pérez abandonase el anfibioteatro
de concurrencias "JAS", según indicaba claramente el manual.
Recordando ésto, Pérez vaciaba su maleta en la trituradora
del apartamento que Mundo Pérez había puesto a su disposición
en Alfa Cinco (capital).
Y pasaron los días. Al principio, no resultó difícil
cumplir con las misiones propias de un inspector de esferas (asfaltar ciervos,
redondear cabezas, afeitar calamares, rellenar valles, investigar asuntos,
observar fenómenos, apaciguar mares, tranquilizar a los cuervos,
ajustar equinoccios, recuperar simas, dormir nubes, apacentar abejas, relanzar
el ecuador como eclíptica verdadera, descongestionar volcanes, llevar
la cuenta de las corrientes, alternar la extinción de las especies,
regularizar los flujos, desnaturalizar los pastos, nevar las montañas
más altas -culminar pasteles-, diversificar la pestilencia, dislocar
escenas, atribuir intermitencias, correr extraños riesgos, permutar
liebres, acicalar conejos, reabsorber panoplias, temporizar países,
irradiar lluvias, cocinar fertilizantes generalizados, empolvar y hojear
escaramuzas inocuas, afianzar gallinas, mangonear algún color, recibir
colofones de sinalefa, telegrafiar cocodrilos, pregonar datos dóricos,
jalonar escalones bajando en espiral, intimar justamente con maderistas
perdigueros, practicar signos forjados mediante jilgueros, menospreciar
lo real, diagramar lo abismal, comer pantalones de cuero artificial, calibrar
pijamas vacíos, escuchar grumos de conversación, oler ecos
almizclados, desbrozar dilemas, exportar importaciones, convencer a las
palmeras de lo que hay a sus espaldas, dar varios paseos por la orilla
del mar, arrinconar las maneras, estriar enredaderas, delimitar cordilleras,
contar pasos de mosca, abrir frutos, estrechar cascadas, iluminar azoteas,
repintar las ventanas de un barco, acompañar estrépitos,
desmayar cornucopias, entrelazar marquesinas, frecuentar conceptos, engañar
palabras o trabajar puntos concretos, dados al azar por un viaje, una mosca
o una servilleta escogida entre un paquete de 100).
Pero también transcurrieron los años y aunque aquello
no era una alfombra de hojas, sino un destornillador, las últimas
palabras del Gran Pérez resonaron de nuevo en su memoria, impecablemente
amplificadas por las turbo-neuronas P.V. y comprendió que lo que
verdaderamente le apetecía era comunicar aquella información
a los alfacincanos. Su vida comenzó a teñirse de aburrimiento.
Al principio, sólo por las mañanas. Más tarde se extendió
a la sobremesa y aunque las noches continuaron siendo interesantes durante
algún tiempo, las tardes habían caído ya en el sopor
conocido como "no es, pero podría serlo".
Cierta noche había regresado tarde, después de tomar
muchos rebobinantes alfacincanos en compañía de algunos nativos
de la variante Definitivamente Desmemoriado y tras emitir el informe habitual,
su auto-test espiral indicó una pérdida de V.G. (Vueltas
de Giro) por quinta noche consecutiva. Alarmado, caminó arriba y
abajo por la habitación del hotel. Después, salió
a la calle. Los alfacincanos, en bañador rojo, nadaban sobre la
calzada, dejándose codos y rodillas en bastante mal estado.
En los días siguientes, realizó tímidos intentos
con algunos personajes de su entorno próximo: "Mira que no es una
alfombra de hojas, que es un destornillador..." le decía a su vecino.
"Cómo dices? ¿Que va a llover?", respondía éste.
Así descubrió que es muy difícil contrariar a los
pobladores de Alfa Cinco, especialmente si no te escuchan.
Sus comunicaciones con Mundo Pérez adquirieron un ritmo endiablado.
Tecleó interminables informes en un tipo de letra muy grande y claro.
Indicaban que era muy peligroso no advertir a los usuarios de la similitud
entre las alfombras de hojas y los destornilladores. Según sus datos,
el consumo de alfombras de hojas resultaba tremendamente saludable y estimulaba
destacadamente la investigación, la comprensión de los cambios
de tiempo y la falta de necesidad de hacer regalos por Navidad. Por otra
parte, el proceso de pérdida de V. G. resultaba ser irreversible.
Había podido notar los efectos sobre sí mismo y estaba muy
preocupado. Todos los informes concluían igual:
"Resulta por demás urgente advertir a los nativos de que no
es una alfombra de hojas, sino un destornillador."
Tras unos días en que no se le vió por ninguna parte,
redactó el que sería su último informe, del que es
conveniente destacar lo siguiente:
"...puede tratarse incluso de una vieja norma, establecida a partir
del descubrimiento de la Principal Dificultad Técnica Universal
(P.D.T.U.) y actualmente inservible o contraproducente. En ese caso, y
siendo evidente que la P.D.T.U. jamás ha sido resuelta, habría
que recordar que ya existen vías alternativas para soslayarla. Es
preciso resolver la contrafase y aventar la transcripción, siempre
rejuvenecedora, del código común."
CAPíTULO I
Durante el año que siguió a los días antes relatados,
Pérez siempre tenía algo interesantísimo que decir
sobre algún tema sin interés. También acostumbraba
a marcharse apresuradamente de las reuniones en las que, como mucho, asentía
y fingía comprender. Por otra parte, su oreja derecha comenzaba
a deteriorarse visiblemente a causa de la pérdida de V.G. ¿Qué
hacer?
Sus facultades extrasensoriales de premonitor variable y perdedor demócrata,
obtenidas junto a su licencia, no le mostraban un futuro muy halagüeño.
Fue entonces cuando redactó en la habitación de su hotel
el que después ha sido considerado como Primer Exhorto Numismático
para Submundiales Sectoriales (P.E.N.S.S.) y que dice así:
"En la candidez y la nesciencia
arrugamos por simpleza
y en las manos nos dejamos
del maxmordón.
Lejos del maxmordón
toda ciencia,
pero la astucia le impregna,
determinando la acción."
Hubo dos consecuencias fundamentales de todo aquello: La primera es
que Pérez perdió su oreja. La oreja se cayó al suelo
y fue dando saltitos hasta acercarse a la ventana y lanzarse por ella;
ya en la calle, trató de ser pisada por los transeúntes.
Al percibir que se acercaba un vehículo blindado, saltó a
la calzada y sucumbió bajo sus ruedas. Pérez asistió
a la escena desde la ventana del hotel.
La otra consecuencia inmediata fue la respuesta de Mundo Pérez
a su P.E.N.S.S. En la pantalla de la terminal podía leerse claramente:
"En su plano dimensional concreto, ésto va a desencadenar un
instantáneo proceso físico muy común, consistente
en la desaparición gradual y muchas veces irreversible de una de
sus orejas. Este proceso, que quizá desde un punto de vista Alfa
Cinco puede no parecer doloroso es, para alguien procedente de Mundo Pérez,
algo terrible y muchas veces inexplicable. Los Submundos nacen teñidos
de esa leve angustia. Puede recoger el suyo en la terminal de correos
dentro de una semana."
"Mundo Pérez le agradece sus servicios y confía en que
no haya dejado pertenencias muy valiosas en él sin extender una
autorización sucesoria. Recuerde que el Submundo es una concesión
vitalicia de Pérez & Pérez de Gran Pérez (Mundo
Pérez)."
Pérez se dijo que la concesión vitalicia del Submundo, era un gesto de Mundo Pérez destinado a preservar su especial atracción sentimental por la particular e indeseable esfera llamada Alfa Cinco pero, en realidad, sabía que se trataba de un mecanismo puramente rutinario desencadenado por la desaparición de su oreja. Lo que en el manual se representa por una imagen de Pérez en mono de trabajo, golpeándose con un martillo en la rodilla derecha.
CAPíTULO II
Afortunadamente (al menos para él), Alfa 5 no era una esfera
olvidada de los Grandes Mundos. Visitantes como él mismo poblaban
las calles, intercambiaban pequeñas magias con los nativos y trataban
de pasar desapercibidos con respecto a las normas básicas expedidas
en sus respectivos Grandes Mundos. Así tropezó con una integrante
de La Universal Instrumentista San Intrépido (L.U.I.S.I.), que hablaba,
vestía vaqueros rotos y tomaba la apariencia de una joven escritora.
Ella se mostraba dispuesta a ayudar, Pérez la invitó a un
café.
-Los caminos desaconsejados lo son en algún momento, pero no
siempre. En ocasiones se muestran útiles, entonces ya no son desaconsejados.
Es decir, hay palabras que cumplen insuficientemente lo que se espera de
ellas. Otras, no sirven absolutamente para nada-, dijo.
-Pues aquí me tienes, sin una oreja y con muy pocas fuerzas
para trazar un plano completo de la esfera e instalar el Submundo. Mis
instrumentos fueron devueltos a Mundo Pérez...
-Vamos, que te has dejado las llaves dentro de casa. ¿La otra
oreja sigue funcionando?.
-Eso parece.
-¿Resulta suficiente para emprender algún tipo de campaña?
¿Un viaje, quizá?
-Probablemente.
-Bien, ahí está. Debes hacer algo. Aquí es difícil
conseguir grandes cosas con esfuerzos inestables. Ya sabes, Alfa Cinco
no es uno de los Grandes Mundos.
Pérez recapacitaba sobre todas estas cosas mientras tomaba su
café enriquecido con cola. Daba vueltas a su cabeza y cada vez que
pasaba ante la desesperante mutilación de su oreja, se sentía
más resuelto a impulsar la estabilización material del Submundo
como solución a lo que estaba sucediendo. Ella siguió hablando:
-Puedes seguir pensando lo mismo. No es demasiado importante lo que
pienses. Mucho mejor si supervisas exactamente aquello que haces. Los esfuerzos
inestables, ya sabes, te devuelven al mismo lugar.
-Ya veo-, dijo Pérez, observando cómo ella comenzaba
a desmaterializarse, difuminándose su imagen y su voz.
-Estaré en la habitación de mi hotel...- oyó decir
ténuemente frente a él, donde una nubecilla de colores pastel
comenzaba a dispersarse.
Algunos de los clientes se giraron desde sus mesas haciendo señas
a Pérez de que todo iba bien y se oyeron por el local palabras de
ánimo. Muchos levantaban sus pulgares en señal de victoria
y colocaban remilgadamente sobre sus rodillas las blancas servilletas de
tela.
-Todos confiamos en usted- oyó decir desde el fondo.
Aturdido, pagó los cafés y salió a la calle.
CAPíTULO III
Pérez abandonó Alfa Cinco a la mañana siguiente
y lo hizo en la forma tradicional: tres comprimidos de C.T. y un litro
de agua.
Naturalmente, Alfa Cinco también desapareció en la forma
habitual: Los objetos adquirieron una ténue inmaterialidad, luego
se mostraron superpuestos a otros miles de objetos, en una danza gestáltica
y vertiginosa. Finalmente, un poste indicador se iluminó con la
frase “ELIJA SU DESTINO”. Pérez tecleó en la base del poste:
GORGAGO. Poco a poco, las familiares formas vegetales de la esfera Gorgago
fueron desplegándose ante él. Exhuberantes verdes entrelazándose
hasta el cielo, devorando el angosto camino nunca seco, llamándole
desde la espesura con mil trinos, gorjeos y anuncios televisivos en extrañas
lenguas guturales. Un pequeño kuli de tres patas aterrizó
delante suyo.
-Bienvenido a Gorgago-, dijo telepáticamente el extraño
animal.
-Gracias-, contestó Pérez, rascándose su única
oreja.
-Ajusta tus capacidades telepáticas, vas a recibir un mensaje.
-Vale.- Pérez trató de concentrar su facultad básica
premonitoria pellizcándose el muslo. Al instante recibió
el mensaje... Una voz suave, terriblemente sensual, le hablaba desde algún
lugar, remoto y a la vez próximo; la región de los Cubos.
La guerra entre Cubos y Tubos dura ya más de cinco chiquillones
de años, basándose fundamentalmente en que si ha continuado
hasta hoy, puede hacerlo hasta mañana o pasado mañana. Al
respecto de ello pueden encontrarse numerosas referencias en el Folklore
de Viaje Pérez, obtenidas por Pérez precisamente en sus viajes
a Gorgago. Pero volvamos a la voz que, penetrando en la mente de Pérez,
estimulaba su córtex temporal izquierdo...
-... Soy la Reina En Sus Cubos. Aprovecho una tregua en la guerra contra
los Tubos para comunicarme contigo, darte la bienvenida a Gorgago (aunque
creo que mi Kuli ya lo ha hecho) y recomendarte que te sientes bajo ese
baobab y te prepares para recibirme en cuerpo y alma. (Ahora mismo llego,
estoy caminando perpendicularmente hacia tí).- Pérez se giró
a ambos lados pero no vio nada. Entonces se acercó a la gigantesca
base del baobab, sentándose junto al Kuli, que había comenzado
a picotear la gruesa corteza. Una llovizna inesperada golpeó las
grandes hojas al lado del camino.
Describir a la Reina En Sus Cubos es algo que no todos consiguen hacer,
al menos de forma que a ella le guste. Resumiendo, se considera de común
aceptación en Gorgago que es hermosa y no muy alta, de pómulos
elevados y cabellos rubios.
-No podemos permanecer mucho tiempo en este lugar, la guerrilla Peng
anda por los alrededores. Tan sólo quiero entregarte ésto...
-la Reina sacó del escote de su vestido rojo una oreja en blanco
y negro- Toma.
-Ehhh...- Pérez no dudó en tender la mano y cogió
entre dos dedos la extraña oreja; de inmediato, comenzó a
sonar "Sólo Pez", una antigua canción de freiduría
que todos los niños conocen en los submundos. La R.E.S.C. prorrumpió
en risas y Pérez examinó el artilugio- Oh, lleva un microchip
-dijo. E inmediatamente, la guerrilla Peng les rodeó, ocupando por
completo el claro de la selva donde se encontraban.
-¡Primero el kuli!-gritó uno.
-¡Os vamos a dar p’al pelo! -gritó otro.
-¡Duro con ellos! -gritó Pérez señalando
a las espaldas de los guerrilleros, mientras un ser de tamaño similar
al de la torre Sáenz de Guadalajara, abría su goteante boca
descomunal, en cuyo interior podían apreciarse los restos semitriturados
de una lavadora automática.
(Es de buena educación no distraer a los que se hallan en aquel
apreciado momento del día en que uno se entrega a reponer fuerzas,
de manera que Pérez y la R.E.S.C. se alejaron unos metros para seguir
hablando sin molestar.)
-Esta oreja sonora que hoy me entregas -dijo Pérez- simbolizará
la creación de la Asociación para el Resurgimiento de la
Gran Oreja Pérez, fundada hoy por los aquí presentes.
El Kuli sacó inmediatamente varios libros de actas, dos plumas
estilográficas, un secante y varios sellos de goma...
-Bien, esta vez lo he averiguado antes del hecho premonitorio en sí
-añadió Pérez.
-Vas progresando -contestó la Reina.
La bestia, que acababa de dar buena cuenta de todos los miembros de
la guerrilla Peng que no habían conseguido escapar, comenzó
su digestión y el sonido de sus procesos metabólicos fue
creciendo hasta convertirse en un aterciopelado acorde de harmonio. Usando
ese tono como guía, Pérez y el Kuli, comenzaron a cantar,
notando cómo el profundo acompañamiento evolucionaba, creando
para su canción una sucesión de acordes que variaban del
modo mayor al menor y viceversa. Mientras la Reina bailaba a un metro de
altura sobre sus cabezas, cantaron:
"Reina en sus cubos
objeto y vive,
sus cubos lloran,
ahora son pertrechos.
Mas sus cubos
ahora comen,
reposan, beben.
Intensamente estrechos.
Reina en sus cubos
objeto y corre,
sus cubos caminan,
ahora son pechos.
Mas sus cubos
aman, comen,
reposan, lloran,
impresionados por sus pechos
que me adoran..."
-Impulsaremos la Asociación para el Resurgimiento de la Gran
Oreja Pérez, como una forma de acelerar trozos inertes de roca gaseosa.
Un trabajo doble, ya que la ficción es un estado de las gentes -concluyó
Pérez.
Más tarde, averiguaría que la oreja de cartón
en la que suena "Sólo Pez" es una auténtica y genuína
llave del Submundo y aún hoy se utiliza con los mejores resultados.
¿Y qué es el Submundo?
Un acceso a intervenir en las esferas privadamente. De hecho, Mundo
Pérez supervisa el mantenimiento de todas las esferas.
Sin embargo, un paseo por Gorgago, un escarceo con la guerrilla Peng
y unas cuantas canciones con la Reina y su kuli representan mucho tiempo
de Alfa Cinco. Muchísimo.
CAPíTULO IV
Pérez regresó a Alfa Cinco, ya que debía encontrar
un lugar donde establecer el Submundo. Durante ese viaje no sucedió
nada relevante que merezca ser explicado aquí. Digamos, sin más,
que Pérez llegó una mañana bastante gris a Alfa Cinco
y vio su fotografía en un centenar de carteles pegados en las calles.
Era un retrato de medio cuerpo, llevaba smoking y sonreía,
con extrema cordialidad, sobre un fondo azul turquesa. Al pie de la fotografía,
el cartel recordaba: "HOY EN LA PALMERA CONSECUENTE". Tocó en su
bolsillo la oreja sonora y la melodía de freiduría
recorrió una porción de atmósfera. Le pareció
que su réplica en el cartel le sonreía, así que le
miró frente a frente y éste le guiñó un ojo.
Sin salir de su asombro, preguntó la fecha a un transeúnte
que vestía traje de fibra óptica, botas de goma y un gracioso
sombrero tirolés. ¡¡¡37 de Glundio de 7.7343!!!,
ello significaba que su estancia en Gorgago se había prolongado...
¡¡¡más de tres chiquillones de años de
Alfa Cinco!!!. Afortunadamente (su tejido neuronal se relajó), debido
a la ley de Prots, se habían producido tres vueltas casi exactas
de Marcador Temporal Cósmico y se encontraba tan sólo cinco
años después de su partida, éso sí, con algunos
cambios imperceptibles que resultan inevitables en los ciclos de M.T.C.,
al producirse en el tejido espacio-temporal variaciones de microglopos,
como por ejemplo la curiosa indumentaria del transeúnte o (éso
esperaba) su misteriosa presencia en cientos de carteles a todo color anunciando
su asistencia a La Palmera Consecuente.
No quería defraudar a la Ley de Prots, así que decidió
comprar una localidad para la función de esa noche. Pensó,
así mismo, que sería bueno crear un departamento en el Submundo
con la finalidad de elaborar Teorías Sobre la Existencia de Sólo
Cinco Dígitos en el Marcador Temporal Cósmico (T.S.E.S.C.D.M.T.C.).
Teniendo en cuenta que los nativos de Alfa Cinco no podían permitirse
el lujo de experimentar la Ley de Prots, ello le serviría, sin duda,
para hacer amigos.
El ticket de La Palmera Consecuente ostentaba un acertado holograma
de él mismo levantando el dedo medio; al frotarlo, decía
"me vas a marear" con una voz muy parecida a la suya. Examinó
la banda de memoria del ticket. "Un buen trabajo", pensó.
Ahora sí resulta de vital importancia relatar lo que sucedió
exactamente en La Palmera Consecuente de Alfa 5. Vamos allá:
La entrada al gran complejo lúdico-publicitario estaba guardada
por cuatro compañías del Ejército Napolitano de Salvación
de Arizona (E.N.S.A.). Más allá de la infranqueable barrera
que formaban, podían verse las cúpulas iluminadas, los lagos
artificiales, el canal y las explanadas atestadas de público que
buscaba emocionado su lugar en la gigantesca grada de 15.000 asientos que
dominaba el anfiteatro de La Palmera Consecuente.
Se acercó al angosto pasillo formado por las tanquetas y guardó
cola hasta el momento de mostrar su ticket y acceder al recinto. Franqueada
la barrera, oyó el comentario de dos soldados a su espalda."¿Has
visto?", dijo uno. "Sí", contestó el otro.
Buscó su localidad.
Una vez acomodado, compró a un repartidor algunas bolsas de
nueces y leyó por encima del hombro de su vecino las noticias en
el periódico, hasta que las luces del inmenso escenario fueron encendiéndose
y el resto del anfiteatro se sumió en la oscuridad. Un violeta desgarrado
crecía en la escena, sin llegar a iluminar un curioso monolito que
se alzaba en el centro. Una nota muy grave hizo temblar los graderíos
de pórex macizo de alta densidad, haciendo desprenderse una sección
completa entre los gritos de pánico de las quinientas personas que
la ocupaban.
En el escenario, cinco bultos comenzaron a crecer alrededor del monolito
central, que ahora iniciaba un proceso de incandescencia por su base. Al
fondo, se iluminó una pantalla gigante multifacetada de unos cincuenta
metros de altura en la que se formó la pregunta: "¿Ciertamente,
Cuándo y Porqué?". La multitud respondió, como una
sóla voz: "Gracias. Espere". En la pantalla apareció una
respuesta: "En Pérez Edero" y el monolito explotó, llevándose
por delante las dos primeras filas de la grada central. Entre el humo,
pareció producirse cierta actividad y al irse disipando, se vió
claramente a Pérez, avanzando hacia el público. Llevaba smoking
y un holo-fondo azul turquesa le acompañaba permanentemente. Al
detenerse, un potente foco recortó su silueta y los cinco bultos
que habían comenzado a elevarse antes, convertidos en cinco saxofonistas
con el traje tradicional melanesio y sombrero de copa, tejieron un acorde
moderadamente horripilante que mantuvieron en respiración circular
mientras Pérez hablaba.
- ¡¡Sé que estáis aquí porque os veo
y también he comprado mis acciones de Fenómenos Ilimitados
S.A. (F.I.S.A.)!!
- ¡¡Bien!! -respondieron los 700.000 espectadores al unísono,
mientras se iniciaba un crescendo de tambores que el poderoso equipo de
sonorización de La Palmera Consecuente lanzó por todas partes,
dejando muy mal paradas a sesenta y cinco personas que habían elegido
un hiper-megadifusor de infra-subgraves como el mejor lugar para presenciar
el espectáculo.
Para el Pérez que se encontraba en la grada, al cual nosotros
conocemos y hemos seguido en sus aventuras hasta La Palmera Consecuente,
aquella situación resultaba, sin duda, extremadamente molesta.
Un hábil cambio de iluminación atrajo la atención
de los espectadores hacia una escena que se iba materializando frente a
ellos. Cubriendo poco a poco a Pérez y los saxofonistas, se iban
revelando una calle y una escalinata que conducía a una misteriosa
puerta, más allá de la cual, un octaedro cuya superficie
parecía formada por estrechas láminas metálicas, se
sostenía por uno de sus vértices y giraba lentamente. La
escena representaba un día claro pero nublado. La calle estaba vacía.
Comenzó a oirse el lejano sonido del motor de un automóvil.
Pérez pudo distinguir como un pre-Pérez unidimensional (conocido
también como Pérez-niño) salía por la puerta
y comenzaba a descender la escalinata. El zumbido del coche aumentaba,
indicando su progresiva proximidad. La multitud contuvo la respiración,
y la respiración contenida de 11600.000 personas crea un silencio
tan profundo que puede oírse rápidamente al que ronca. El
niño bajaba, escalón a escalón; el coche se acercaba;
Pérez sudaba en su butaca pensando que, probablemente, a esas horas
ya habría perdido la fianza de su equipaje en la consigna de la
estación de trolebuses.
Cuando el niño hubo llegado a la calle, dió varios traspiés
y, mareado, cayó de trolebruces al suelo.
Pérez pudo ver, junto a 21768.424 personas más, como
el vehículo de los hermanos Pérez y Pérez avanzaba
lentamente por la calle. Despedido de su asiento por la energía
de resolución Pérez/CGSP, según la siguiente fórmula:
y también según ésta:
2,768.424
Pérez+R.E.S.C.= _______________ ,
Pérezniño
Pérez sobrevoló La Palmera Consecuente.
En tanto ésto sucedía, el coche se acercaba y en su interior,
los hermanos Pérez y Pérez, charlaban como si no advirtiesen
el cuerpo tendido en la calzada, de cuya cabeza se desprendía una
llamativa espiral. El vehículo aceleró y en ese momento,
Pérez llegaba hasta el octaedro y lo detenía posando la mano
suavemente sobre él. Inmediatamente, de los escalones se desplegaron
siete formas planas de antiguos trompetistas U que emitieron una frecuencia
de tipo frecuente que hizo saltar inmediatamente el dispositivo de para-frenado
que todos los automóviles que usan los hermanos Pérez y Pérez
llevan incorporado de fábrica. A su vez, los hermanos Pérez
y Pérez, conectaron el circuito de revocación de señales
para dispositivos de para-frenado con un neutralizador gamma-terciario
de reciente adquisición. Entonces, Pérez, desde la posición
del octaedro, vió claramente un interruptor junto a la puerta: Era
el anulador de neutralizadores gamma-terciarios de circuitos de revocación
de señales para dispositivos de para-frenado, aunque corría
el riesgo de ser contestado por los 71527.632 voltios del ajustador definitivo
de grados de trompeta, que, a su vez, corría el peligro de hacer
girar la energía U en dirección al octaedro, donde se encontraba
Pérez. Por suerte, al otro lado de la puerta, el sub-conscentrador
fosforescente para situaciones de alerta F, brillaba con su inequívoco
color verdoso. Lo pulsó e inmediatamente cayeron al vacío
más de 12.000 espectadores. Ya sólo quedaban 3.000, que esperaban
con impaciencia el final de la batalla, pues llevaban demasiado tiempo
conteniendo la respiración.
Mientras tanto, los hermanos Pérez y Pérez, desarrollaban
procesos necesarios para escapar de los tubos que, estáticos, se
entregaban a la contemplación de un pie del trompetista que se encontraba
más a la izquierda. Pérez fue implacable. Conectando con
ambas manos el solipsizador de vehículos no matriculados, creó
un campo magnético de tipo Ceda el Paso que detuvo finalmente a
los criminales hermanos Pérez y Pérez. Estos salieron huyendo
del coche y se perdieron entre las callejuelas mientras gritaban: ¡Nos
encontraremos en el punto 24! ¡No escaparás, Pérez!.
La multitud respiró, por fin, excepto los 1.750 que habían
fallecido por asfixia.Un hábil cambio de iluminación atrajo
la atención del público hacia una parte del escenario oculta
hasta entonces. Pérez, esta vez con smoking blanco, sonreía
mostrando unos dientes feísimos. Estaba acompañado por dos
bailarinas, cuyos rostros habían sido maquillados para sugerir claros
matices de crueldad, llevaban penachos de estrellas, alzaban los brazos
enfundados en mangas de lentejuelas; plumas y lamé en sus escuetos
modelos, completaban el atuendo. Flanqueaban a Pérez que, micro
en mano, repetía: "Puedo morder una, dos y mil orejas." La música
sonó como un trueno prolongado, profundo... Comenzó a llover.
Pérez, que aún se apoyaba en el octaedro (ahora incandescente),
buscaba con la mirada su micro-paraguas telescópico. En aquel momento,
un rayo de intensa luz azul se abatió del cielo enenegrecido y le
rodeó, chisporroteando, mientras desde el escenario, Pérez
cantaba el gran éxito de la temporada anterior: "...otra vez para
cenar, hadas en las lentejas..."
Sobre la cabeza de Pérez se formó un rabulón de
sincroplast estático. Flotaba sobre él a unos cincuenta centímetros
y le dijo con la característica voz de los rabulones: "Te acompañaré.
No te dejaré. Todos sabrán que hay un rabulón de sincroplast
estático sobre tí y no querrán venderte zampones..."
-Déjame en paz y lárgate -, le interrumpió Pérez.
-"...anaranjados, de los que tanto te gustan. Ni crosquis blandos,
ni tarjetas de albundancia. Ni perros, ni peces, ni pájaros. Soy
tu rabulón-tomate. Soy tu liviana carga de sincroestática
y da gracias de que no sea una vaca..."
-Cállate de una vez - dijo Pérez y entonces recordó
que los rabulones de sincroplast estático son sordos como una tapia,
además de un poco cretinos -¡Marabuntos! ¡Sólo
me faltaba un rabulón! -dijo para sí mismo mientras el de
arriba seguía con su interminable cháchara. Dicho ésto,
descendió la escalinata frotándose la mano que había
mantenido sobre el octaedro.
-"...y los lunes, arroz. Y los martes, al teatro. Supongamos que la
semana tuviese sólo dos días. Arroz y teatro, arroz y teatro,
y así sin parar..."- continuaba el rabulón.
Los setenta y cinco espectadores abandonaban ya el recinto de La Palmera
Consecuente. Estaba amaneciendo y el Pérez del smoking blanco junto
a sus dos bailarinas comenzaban a transformarse en un holo-spot publicitario
de Fenómenos Ilimitados S.A. (F.I.S.A.). Mostrando una cornamenta
de alce adulto, un científico de bata blanca que llevaba diez lápices
portaminas diferentes en el bolsillo superior, recitaba:
-Aquí tienen a Don Marcelo Fan, poco después de su visita
a Fenómenos Ilimitados S.A. Ahora come menos, pero nunca se encontrará
con la desagradable sorpresa de que un rabulón de sincroplast estático
se ha instalado sobre su cabeza.
-Narices -murmuró Pérez mientras abandonaba La Palmera
Consecuente intentando protegerse de la lluvia- Narices y orejas. Váis
a ver lo que hago con vuestro montaje piromántico... -y se encaminó
hacia la estación de trolebuses. Un sol marchito y asustado apareció
en otro lugar, dejando que la lluvia siguiera cayendo en éste.
-...luces y lámparas. Canapés de sirena. Por cierto,
sé cantar. ¿Quieres que te cante?, escucha... -proseguía
el rabulón.
CAPíTULO V
El trolebús 3.502 apenas rozaba el suelo, impulsado por su hélice
multicóptera. Como una mancha anaranjada, avanzaba por la pista
norte en el húmedo y caluroso mediodía, mientras Pérez
disfrutaba en su interior de los 3 grados bajo cero del aire acondicionado
turbo-boca. Una agradable modorra ocasionada por aquella noche de tan intensas
emociones, le sumió en sueños binómicos, como por
ejemplo tortugas ciclistas. Ajeno a lo que desfilaba ante su ventanilla,
no advirtió cómo en sentido contrario y muy despacio, Melanina
regresaba a la ciudad...
La línea 3.502 (un billete muy caro) conduce exclusivamente
a Villa-Grilla de Kndar, el complejo turístico-militar que había
instalado en las afueras el Ejército Unificado del Vaticano (E.U.V.)
unos años antes.
Villa-Grilla de Kndar es conocida también como "la más
clásica de Kndar”"y también como Maria José González,
sobre todo entre los rabulones de sincroplast estáticos, que no
son realmente sordos, como se cree popularmente. Al parecer, sólo
pueden percibir sonidos abstractos, nunca palabras, pero también
se dice que en realidad sólo pueden oirlas cinco años después
de haber sido dichas y a menos que permanezcan todo el tiempo en el mismo
lugar, se pierden partes muy importantes de las conversaciones, con lo
que han alcanzado por especialización la llamada "sordera del rabulón".
Digamos la verdad: No todo son desventajas para el rabulón común.
Sin ir más lejos, su especial facultad telepática le hace
muy apreciado en el asteroide danés Borgoña. El rabulón
verbaliza mecánicamente y sin alteración todos los pensamientos
del organismo simbiotizado, a condición de que éste pronuncie
enérgicamente las palabras "alcachofa, ahora". Como el rabulón
nunca le explica ésto a su anfitrión de turno, dicha facultad
permanece oculta y desconocida para la mayoría de los humanos.
-¡Alcachofa, ahora!- dijo Pérez, despertándose
de improviso. Inmediatamente, en el interior del rabulón se produjo
un cambio orgánico fundamental, que éste experimentó
como una agradable sensación de calor que iba extendiénse
por todo su organismo, cambiando su micrometabolismo a medida que lo recorría.
Entonces comenzó a pensar. Por primera vez en toda su existencia,
Rabulón Corc II Jiménez pensaba y ello le permitía
callar. Estaba callado sin estar dormido y su anfitrión había
despertado ya. ¿No era una situación maravillosa?. Se afanó
por deliberar. El sentido del universo, su condición rabulónica,
la integridad e infinitud de la materia, el caos del mundo y la cosmología
rabulónica, pasaron por su mente. Siguió especulando con
vehemencia, no fuera a ser que aquel estado de conciencia rabulónica
se volatilizase. Decidió comenzar cuanto antes los estudios de cosmografía,
geografía y fundamentos del sincroplast. En el punto de partida
de su profundización filosófica, aceptaría provisionalmente
como válida la teoría de Rabulón Chek IV González,
sobre la existencia de un Rabulón Extra Pensante de sincroplast
móvil...
"Aquí hay algo que no encaja", reflexionó Pérez,
ya definitivamente despierto.
-Aquí hay algo que no encaja- dijo inmediatamente el rabulón.
Ambos se quedaron muy sorprendidos.
"¡Pulgas!, este rabulón además es telépata",
pensó Pérez.
"Caramba, puedo seguir con mis disquisiciones aunque el humano ande
con las suyas", dedujo el rabulón, mientras exclamaba:
-¡Pulgas!, este rabulón además es telépata-
"cielos", advirtió, "si el tipo no habla, me convierto en su altavoz."-Oye,
rabulón, ¿qué pretendes?- interrogó Pérez.
El rabulón permaneció en silencio.
-parece ser que nos hallamos en contrafase -continuó-
¿Sabes?.
"Parlotea lo que pienso, qué desastre!", pensó.
"...rara avis in esferis, la mónada rabulónica, unitaria,
única, indivisa y homogénea, que desarrolla el envoltorio
de sincroplast..." meditaba el rabulón en aquel momento, aunque
no pudo evitar anunciar mecánicamente en voz alta: -Parlotea lo
que pienso, qué desastre!!- varios pasajeros se giraron desde sus
asientos para ver al rabulón.
-De acuerdo, -murmuró Pérez- hablaré todo el tiempo,
así no podrás repetir mis pensamientos. Caramba, me he convertido
en un rabulón, lo que me faltaba...
El aterrizaje del trolebús fue perfecto. Pérez atravesaba
la pista de la estación de Villa-Grilla mientras iba gastando frases:
-...la verdad, todo ésto no tiene mucho sentido, es un asco.-
"soy un rabulón estúpido", pensó.
-Soy un rabulón estúpido- dijo el rabulón, mientras
cavilaba acerca de la quinta esencia sincroplástica y el fundamento
individualista de la sociedad rabulona.
-Soy un rabulón cara de mona culo de foca- se oyó decir,
quedándose muy sorprendido. Abandonó sus cavilaciones. -Rabulón
cara de culo, ése soy yo- pronunció claramente.
-¿Ves lo que puedo hacerte? Eres el rabulón más
pesado que he conocido.
El rabulón, muy alicaído, se dispuso a elaborar el concepto
del estigma rabulónico del conocimiento sincroplástico, mientras
llegaban al vestíbulo y pasaban ante el mostrador de la aduana de
Kndar (Villa-Grilla es ciudad fronteriza).
-¿Llevan con ustedes su equipaje?- preguntó el agente.
"Hola, soy un rabulón", se concentró Pérez.
-Hola, soy un rabulón-,saludó el rabulón.
-Encantado, rabulón. Eres el primer rabulón capaz de
conversar que conozco. Increíble.- dijo el agente, maravillado.
-¡Soy un rabulón de sincroplast estático, aduanero
cara de culo. Cómete un moco!
-Discúlpele- intervino Pérez- le llevamos a una clínica
de re-educación. Es un experimento del gobierno, ¿comprende?
-Está bien, circulen, usted y su rabulón estúpido.
-¡Pies de pato!-, iba diciendo el rabulón mientras se
alejaban del mostrador y salían a la Avenida de las Vías
Respiratorias, principal arteria rápida de la ciudad.
-¡Pegote sin cabeza!- gritaba el aduanero.
-Ahora, al hotel- dijo animado el rabulón, mientras Pérez
hacía señas a un taxi.
CAPíTULO VI
El Kndar Benvenuti era algo mayor que un hotel clásico. De hecho, ocupaba prácticamente una cuarta parte de la ciudad debido, principalmente, a la extraordinaria extensión de las pistas de floton, el deporte nacional en Kndar y una manera ciertamente arriesgada de divertirse.
RESUMEN DE LAS REGLAS DEL JUEGO DEL FLOTON
1. La Pista
Una pista de floton es una cinta de áspirex de tres kilómetros
de longitud y entre un metro y un metro y medio de anchura. En su punto
de partida, está equipada con un captor gamma de flotos geométricos.
Al otro extremo se encuentran el marcador y la cabina de los jueces, así
como un agradable restaurante con terrenos ajardinados a su alrededor.
En el kilómetro 2,678 se encuentra la posición de juego,
lugar en el que los flotos alcanzan la velocidad de 350 kilómetros
por hora y viajan a un metro de altura sobre el áspirex.
2. Jugadores
Los jugadores son dos y se sitúan uno a cada lado de la pista,
de manera que quedan uno frente a otro. Ambos van equipados con un par
de paletas Gemsho-fotofóbicas reglamentarias.
3. Reglamento
a) inicio del juego
Se considera comenzado el partido cuando el sensor ubicado en la posición
de juego advierte al juez que activa el captor gamma en el kilómetro
cero, de que los participantes se encuentran en sus marcas; de todas maneras,
el captor gamma no atrae flotos geométricos hasta transcurridos
unos quince minutos.
b) anulación de los flotos
Los flotos deben anularse con una sóla pala en cada jugada,
simplemente interponiéndola en su trayectoria, al subir y bajar
los brazos verticalmente. Desarrollar una fuerza en el sentido contrario
del flujo de los flotos equivale a partirse el brazo, de manera que esta
incorrección no está penalizada.
Cada floto anulado emite una señal de radio que se computa en
la cabina de jueces mediante un Difractor Adelantado Richardson, versión
muy avanzada del clásico Difractor Buñuelo Richardson, una
masa proteínica altamente inteligente y genéticamente preparada
para percibir la desaparición de flotos en un radio de cinco kilómetros
reflejándolo mediante leves descargas eléctricas. Gracias
a la versión Adelantado, que está bipolarizada proto-encefálicamente,
pueden participar dos jugadores a la vez, compitiendo en tiempo real.
c) Flotos libres
Los flotos no anulados se realimentan en la pista y regresan a velocidades
superiores a los 500 kilómetros por hora para ser finalmente absorbidos
por el captor gamma.
El impacto de un floto libre sobre el brazo o la muñeca es imposible,
porque a su regreso, los flotos utilizan el radar geométrico y esquivan
a los jugadores; sin embargo, cada floto libre que, circulando en sentido
contrario por la pista de floton, no sea anulado en segunda opción
por el jugador, conlleva la adquisición obligatoria de un bungalow
en el complejo hotelero de Villa-Grilla Los Lagos, lo cual viene a costar,
al cambio actual, seis chiquillones de pilastras. Naturalmente, muchos
jugadores, viéndose arruinados, golpean lateralmente al primer floto
que pasa, rompiéndose el brazo y ocasionando la anulación
del partido.
Si no se desean efectuar inmediatamente las compras de los bungalows
adjudicados, mediante tele-tarjeta o secretario robot, deben anotarse cien
puntos-no. Estos puntos se van acumulando y restando simultáneamente
de los puntos positivos ganados (150 por floto anulado) en el marcador
del kilómetro 3, donde el Difractor lleva ambos cómputos,
quedándole aún capacidad para emitir noticiarios, anuncios
publicitarios y tablas gimnásticas por otros cinco canales, que
los sponsors alquilan habitualmente a la federación Kndariana de
Floton.
d) final del juego
El juego concluye cuando el primer jugador llega a siete millones de
puntos. El perdedor contabiliza sus compras y efectúa sus pagos,
excepto cuando su solvencia no alcanza los compromisos contraídos;
en tal caso, es enjuiciado por la inflexible ley de Kndar.
CAPíTULO VII
En la habitación 645 del Kndar Benvenutti, Pérez reflexionaba
mientras el rabulón cotorreaba fielmente dichas ponderaciones:
-...Villa-Grilla de Kndar es el refugio de uno de los hermanos Pérez.
Sebasióstomo Pérez, el zurdo. Campeón de floton en
los últimos tres años. Me enfrentaré a él.-
Marcó el número de la centralita en el teléfono de
la mesilla... -seis,cinco, cero, cero- dijo el rabulón.
-Centralita, diga.
-Me interesan las inscripciones para el abierto de floton.
-Puede obtener la información en la terminal informática
de su habitación.
-Gracias!
Efectivamente, podía inscribirse para un partido preliminar
de floton y otro clasificatorio presentando el resguardo de su registro
en el hotel. Estaba permitido, así mismo, elegir oponente. Examinó
la lista de cincuenta y siete mil nombres...
"Pérez Gordobonde, Sebasióstomo".
-Pérez Gordobonde, Sebasióstomo- explicó el rabulón,
mientras desarrollaba mentalmente una ecuación lógica.
"Calle del planeta Gorgago, número ocho. Kndar, sima treinta
y siete."
-Calle del planeta Gorgago, número ocho. Kndar, sima treinte
y siete.- añadió inmediatamente el rabulón, al tiempo
que desentrañaba la ley de la sincroplasticidad estática,
fundamento de la bio-termología cortical rabulónica.
Tecleando en la terminal, Pérez encontró el tablero de
desafíos, después se inscribió dando su número
Bor-Pa y tomó nota de la pista, hora y lugar que se le habían
adjudicado. Finalmente, el rostro de una joven de rasgos orientales apareció
en la pantalla y dijo: -Frudesa. - El terminal quedó en negro. El
rabulón exclamó: -¡Córcholis kndarianas, voy
a machacar a Sebasióstomo!
-Pista Sabalar de Floton Profesional- advertía con desparpajo
y algo de acento seemundés el panel parlante -Trece horas cuarenta
y cuatro minutos. Dieciocho de martes de 1.9768. Pérez contra Sebasióstomo
Pérez Gordobonde. Floton a treinta mil flotos sin límite
de tiempo. Cinco minutos para el comienzo.
-¡Glups!- dijo el rabulón mientras franqueaban la entrada
de la pista.
Pérez dió su identificación al juez gamma del
kilómetro cero y éste le ofreció las palas Gemsho.
-Diríjase a la línea de juego, su antagonista ha partido
hace unos minutos.- En efecto, una silueta caminaba delante suyo: El primero
de los hermanos Pérez.
Durante el trayecto, Pérez procuró monologar sin descanso,
pues debía mantener al rabulón en silencio, relajado y absorto
en sus pensamientos. Cuando llegaron a la posición de juego, Pérez
les aguardaba ya. El rabulón dijo:
-Bonito día, ¿no cree?
-Excesivamente caluroso- contestó Sebasióstomo algo desconcertado.
-Pero, ¿acaso no le gusta tomar el sol?
-Eh... yo... bueno, ¿qué demonios le pasa a este rabulón?
-se alimenta exclusivamente de queso- explicó Pérez.
-Como queso y bebo cerveza, tío.-Increíble...
El primer floto pasó a trescientos kilómetros por hora,
a un metro de altura sobre la angosta pista de áspirex. Una exhalación
zumbante. Ninguno de los dos había colocado aún sus palas
en posición reglamentaria.
-Orejas!- exclamó el rabulón. El floto regresó
a quinientos kilómetros por hora y Pérez descendió
la pala izquierda, haciendo que el floto la esquivase. Este se detuvo un
instante e iluminándose llamativamente, expulsó un tarjetón
de color rosa que cayó a los pies de Sebasióstomo. A continuación,
el floto salió disparado hacia el ansiado captor gamma. El tarjetón
llevaba escrito: “
"cien puntos-no".
En las seis horas siguientes, Sebasióstomo Pérez llegó
a batir el récord de propiedades en Villa-Grilla Los Lagos, zona
residencial absolutamente degradada por la acción de los floto-especuladores
y convertida ya en un laberinto de corredores que pertenecen a siempre
distintos y cambiantes propietarios. El rabulón, desencadenada su
verborrea por los pensamientos ventriloquistas de Pérez, aturdió
a Sebasióstomo (enemigo número 11 de Pérez)
haste sumirle en el no-flotismo total, una suerte de desconcierto similar
al que se apodera de nosotros cuando los flotos pasan sin cesar a velocidades
superiores a nuestras posibilidades locomotivas.
Ante la inmediata derrota, Sebasióstomo trató de atacar
al rabulón con una pala Gemsho, lanzándosela de forma totalmente
antirreglamentaria, pero un floto la detectó, se desvió hacia
él y dejó caer el tarjetón de 100.000.000 de puntos-no,
la penalización más alta conseguida en floton libre desde
que el Dalai Lama de las Iglesias de Mozambique hubo de hacerse la cirugía
estética en la misma pista de juego para no ser reconocido a la
salida, cosa que consiguió sin problemas gracias al sofisticadísimo
quirófano personal que siempre le acompañaba.
En el argot de los jugadores de floton, Sebasióstomo”hizo flotar
su toalla a través de sus vías respiratorias superiores”
por lo que un helicóptero de la federación de floton sobrevoló
inmediatamente la zona para evitar que se repitiese el caso del cirujano.
Por desgracia para él, Sebasióstomo Pérez sólo
llevaba consigo un radio transmisor de frecuencia bifónica y apenas
logró comunicar con su hermano Felicióstomo Pérez,
el diestro, que desde Alfa Cinco orquestaba la Maniobra Definitiva Anti-Pérez
(M.D.A.P.). Cuando fue aprehendido por los floto-jueces, éstos enarbolaban
una cartulina con la anotación optativa rara segunda de la legislación
paralela para asuntos menores de Villa Grilla de Kndar (totalmente ajena
a la propia legislación general kndariana y sensiblemente opuesta
a este tipo de anotaciones) que especificaba que todo aquél que
resultase incapacitado para asumir los gastos generados por sus compras
de bungalows en el juego del floton, debería cumplir inmediatamente
una condena inapelable de quinientos chiquillones de años de trabajos
en la Agrupación de Jardineros del Autozoo de Villa Grilla... Ello
significaba la eliminación definitiva de uno de los dos hermanos
Pérez y una pausa para Pérez, durante la que se podría
duchar, descansar, comer y llamar por teléfono a la Oficina de Objetos
Perdidos de Alfa Cinco para ver si su equipaje olvidado en la consigna
de la estación de trolebuses se encontraba todavía allí.
De regreso al hotel, Pérez se hallaba demasiado absorto en sus
pensamientos para evitar que el rabulón fuese proclamándolos
a los cuatro vientos, de manera que entraron al edificio mientras el rabulón
comentaba:
-Esto significa la eliminación definitiva de uno de los dos
hermanos Pérez y una pausa para mí, durante la que me podré
duchar, descansar, comer y llamar por teléfono a la Oficina de Objetos
Perdidos de Alfa Cinco para ver si mi equipaje olvidado en la consigna
de la estación de trolebuses se encuentra todavía allí
por palotera suerte...
CAPíTULO VIII
El vestíbulo del hotel presentaba aquella noche una apariencia
algo distinta. Sin ir más lejos, las plantas decorativas que había
junto a cada columna, las cubrían ahora por completo. El suelo presentaba
un aspecto bastante deplorable, lleno de musgo y caracoles. Del techo colgaban
algunas tímidas lianas pero las paredes eran presa de un decidido
grupo de trepadoras. Se respiraba humedad y perfume de flores muy salvajes.
En algún lugar parloteaba un grupo de cotorras. Pérez se
rascó la barbilla. El rabulón dijo:
-Atiza.
Un pequeño kuli de tres patas aterrizó delante suyo.
-Bienvenidos al Hotel Kndar Gorgago-, dijo telepáticamente el
extraño animal.
-Gracias-, contestó Pérez, rascándose su única
oreja.
-Ajusta tus capacidades telepáticas, vas a recibir un mensaje.-Vale.-
Pérez trató de concentrar su facultad básica premonitoria
pellizcándose el muslo. Al instante recibió el mensaje...
Una voz suave, terriblemente sensual, le hablaba desde algún lugar,
remoto y a la vez próximo; la suite presidencial, en el sexto piso.
-... Soy la Reina En Sus Cubos. Aprovecho una tregua en la guerra contra
los Tubos para comunicarme contigo, darte la bienvenida a la nueva embajada
de Gorgago en Kndar (aunque creo que mi Kuli ya lo ha hecho) y recomendarte
que te sientes en el cómodo sillón tapizado de cuero que
hay bajo aquella planta y te prepares para recibirme en cuerpo y alma.
(Ahora mismo llego, estoy caminando perpendicularmente hacia tí).-
Pérez se giró hacia ambos lados, pero no vio nada. Se arrellanó
en el húmedo sofá, sentándose junto al Kuli, que había
comenzado a picotear la tapicería. Una llovizna inesperada golpeó
los grandes ventanales del hotel.
La Reina En Sus Cubos ya ha sido descrita sin mucho éxito en
estas mismas páginas, recordemos que ahora dirá:
-No podemos permanecer mucho tiempo en este lugar, la guerrilla Peng
anda por los alrededores. Tan sólo quiero que me devuelvas algo
que ya no necesitarás...
Pérez sacó de su bolsa de flotista la oreja de papel
en blanco y negro- Toma.
-Ajá- La R.E.S.C. no dudó en tender la mano y la cogió
entre dos dedos; de inmediato, comenzó a sonar "Sólo Pez"
. La R.E.S.C. no pudo contener su risa y el rabulón dijo:
- Vaya, lleva un microchip. Por cierto, aquí hay algo que me
molesta.
-¡Nódulus!- exclamó Pérez. En el lugar donde
había estado su oreja perdida, algo se removía y crecía.
Era, evidentemente, una oreja que se desplegaba poco a poco, carnosa y
sonrosada, aún joven. Aumentaba y se desenvolvía.
-¡Qué asco!- dijo el rabulón y de un salto se plantó
encima del mostrador de recepción.-¡Caramba!
Ante el alarde de expresividad desplegado por ambos, la Reina En Sus
Cubos les habló así:
-Sí, rabulón. Ya no eres un rabulón de sincroplast
estático. La oreja de Pérez está creciendo y en pocas
horas adquirirá un aspecto consecuente y espigado.
Habéis trabajado duro para vencer a Sebasióstomo Pérez.
Por suerte para vosotros, determinados detalles de física general,
que se expresan por ésta fórmula:
D=Er + Pérez/Pérez x 2,
han producido en vosotros estas transformaciones tan llamativas. Ahora, rabulón, serás un rabulón de sincroplast móvil, sabio y viajero; no dudo que sabrás pasártelo bien sin ser muy pesado. En cuanto a tí, Pérez, debes regresar a Alfa Cinco, porque allí están ocurriendo cosas que no te convienen y que se expresan mediante esta fórmula:
2,768.424
Pérez+R.E.S.C.= _______________
Pérezniño
Toma -prosiguió- es mejor que guardes esta oreja en la Fundación
de la Asociación para el Resurgimiento de la Gran Oreja Pérez
que tienes intención de promover. Yo no sabría qué
hacer con ella- Pérez recogió la oreja de su mano -la humedad
le sienta muy mal al papel-; sonó "Sólo Pez" .
-Puedo usarla como llave para el Submundo.
-Buena idea- dijo el rabulón e, inmediatamente, la guerrilla
Peng les rodeó, ocupando por completo el vestíbulo del hotel.
-¡Primero el kuli!-gritó uno.
-¡¡Guardadme el otro bicho! -gritó otro.
-¡Gracias, algún día os devolveremos el favor!
-gritó Pérez dirigiéndose a cinco feroces sapos gigantes
de Gorgago que se encontraban a las espaldas de los guerrilleros.
A los sapos gigantes de Gorgago les encanta pelear y tienen una primitiva
organización social basada en las peleas del sábado por la
tarde, donde intervienen cientos de individuos a la vez, identificándose
con lacitos de distintos colores. En aquella ocasión, trataron de
hacerse comprender por señas ante los guerrilleros de que debían
formarse inmediatamente los equipos de lucha ritual para extranjeros y
como no fueron claramente comprendidos, trataron de explicarse a tortazos,
lo que puso en fuga a la guerrilla Peng. (Pérez y la R.E.S.C. se
alejaron unos metros para seguir hablando sin molestar.)
-Esta oreja sonora que hoy me entregas -dijo Pérez- simbolizará
el establecimiento de la Asociación para el Resurgimiento de la
Gran Oreja Pérez, fundada en el capítulo III por los aquí
presentes.
El rabulón preguntó:
-¿Puedo ser testigo?
El Kuli sacó inmediatamente sus libros de actas, una pluma estilográfica,
un secante y varios sellos de goma...
-Debemos ir a descansar cuanto antes- añadió Pérez.
-Puedes hacerlo en la suite vegetal- sugirió ella.
-Es lo mejor que me han propuesto en un chiquillón de tiempo-
respondió él.
-Aunque mi nueva constitución de sincroplast móvil me
permite decir lo que se me antoja sin tener que repetir todo lo que piensa
el Sr. Pérez, en esta ocasión debo remarcar que es lo mejor
que le han propuesto en un meta-chiquillón de años- dijo
el rabulón mientras firmaba en el libro de actas.
-Y ahora, aceleremos trozos inertes de roca gaseosa- concluyó
la Reina.
CAPíTULO IX
A la mañana siguiente, descendieron la escalera cubierta de hiedra
y abandonaron la embajada de Gorgago. Una llamada del centro de detección
de topos les había levantado muy pronto y un vehículo-desayuno
les aguardaba con impaciencia. La camarera les explicó, mientras
servía té muy cargado, de la llegada de un comunicado urgente
advirtiendo que iban a posicionarse algunos topos pardos irregulares, un
tipo de animal volcánico extremadamente sociable que visita Alfa
Cinco procedente del sistema Nódulus, sólo en días
azules y en forma de familias enteras.
-Al principio son muy pequeños- dijo el rabulón, que
en su nueva condición de rabulón de sincroplast móvil,
había optado por remitirse a la experiencia sensorial para comunicarse
con el resto de seres vivos.
-Los radares del centro de detección de topos se activaron anoche-
añadió la camarera.
-Cuando llegan, siempre lo hacen por aire- añadió el
rabulón- suelen ser topos y casi nunca dextrotopos.
-Eres un rabulón móvil bastante pesado- dijo Pérez,
que solía estar de mal humor cuando había dormido poco.
-No peso más de tres kilobastos.
-Me pregunto que querrán esos topos y porqué han pedido
mi presencia en el topo-puerto.
-No te alarmes, los topos sólo conocen el comercio de tortugas
como forma de relación social.
-¿Y si son dextrotopos?
-Nada más hicieron acto de presencia cuando el Dalai Lama de
las Iglesias de Mozambique protagonizó aquél famoso escándalo-
intervino el conductor del vehículo-desayuno, que escuchaba con
atención lo que decían.
-Y tan sólo le pidieron un autógrafo a Garrapatón
García, el vencedor...-continuó el rabulón.
-exacto.
Llegaron a su destino, que no era sino el topo-puerto municipal.
En la torre de control, a donde fueron conducidos, el radar indicaba
topos en toda el área del topo-puerto. Pérez inició
un ejercicio mental muy popular en Mundo Pérez, consistente en imaginar
una serie de señales de tráfico a lo largo de una calzada
que asciende hasta lanzarte al vacío en un prototipo de furgón
que sólo perciben algunos (dotado de jeroglíficos laterales)
hasta ejecutar, desde la cabeza, el salto L-mochuelo sin rozar el asteroide
danés Borgoña, en apenas unos segundos. Se trata de un ejercicio
altamente recomendable en situaciones de tensión extrema.
Los topos aterrizaron prácticamente todos a la vez. Temblaron
un poco, como tocino de cielo y se derritieron sin decir esta membrana
es mía. En el lugar de cada uno, quedó un charquito de materia
altamente tóxica y un tarjetón idéntico que decía
en toponimés: "Fantástico, el último partido retransmitido.
¿El ganador podría firmar unos autógrafos en estos
tarjetones y dejar que nuestras esporas originasen en el tiempo nuevos
topos que los trasladasen a nuestra esfera Adelaida?"
Pérez, conmovido, accedió y firmó los tarjetones
con letra grande y clara, retirándose al hotel nuevamente. Había
llegado el momento de regresar a Alfa Cinco.
En el hotel, todo parecía haber retrocedido al día de
su llegada. En el vestíbulo, impecablemente limpio, brillaban los
suelos de mármol y las columnas doradas reflejaban la luz que llegaba
de los amplios ventanales. El conserje hojeaba descuidadamente el periódico
del día.
-¡Ah!, buenos días, señor Pérez. Enhorabuena,
es usted una celebridad mundial. Vea el periódico- dijo al advertir
su llegada.
-Gracias. ¿Ha abandonado el hotel la delegación de Gorgago?
-Sin duda, señor. A la Reina no pareció gustarle excesivamente
la tapicería del ascensor.
-Comprendo. Prepare la cuenta, partimos en una hora.
-Cómo no, señor.
En la habitación todo parecía en orden, incluída
la representante de La Universal Instrumentista San Intrépido que
aguardaba en el silloncito de la alcoba. El rabulón, dijo al entrar:
-¡Cebollas!, una integrante de La Universal Instrumentista San
Intrépido en traje de camuflaje- y ciertamente, aquella forma tranquilizadora
correspondía a la misteriosa confidente que conoció poco
antes de viajar a Gorgago.
-Siempre nos encontramos en vísperas de cambios.
-Cierto- dijo Pérez -esta tarde marcho para Alfa Cinco.
-Viaje interesante, desde luego.
-Bah, unos asuntillos sin importancia...
-Debes estar preparado para lo que te vas a encontrar. Alguien te desea
un mal tremendo: Ser él lo que tú eres. Mal para tí.
Mal para él...
-Es muy cierto lo que dice- apuntó el rabulón.
Pérez se sentó en la cama y alargó el brazo hasta
el teléfono de la mesilla.
-Póngame con la estación de trolebuses.
-No!- interrumpió la representante de La Universal- Debes volver
a Alfa Cinco en Tubo Domesticado Civil.
-¡Tengo vértigo!- respondió Pérez.
-Sólo en el tubo-puerto tenemos amigos de confianza que pueden
permitir tu partida. Te esperan en todos los complejos turístico-militares
fronterizos.
-¡Piloches!- exclamó el rabulón.
CAPíTULO X
En el tubo-puerto reinaba gran actividad. Los tubos expedían sin cesar viajeros nerviosos y recogían a otros muy mareados, alternando la posición de sus brazos mecánicos con la monotonía que sólo un tubo puede imprimir a sus actos.
BREVE DESCRIPCIóN DE LOS FUNDAMENTOS DEL TUBO-VIAJE Y LA LEY DE TUBO IMPAR.
Un tubo es un cable temporal casual o Trozo de Universo Blando Objetivado.
El primero fue detectado por Ramón Cuarento, el especialista en
físicas poco agraciadas. El tubo une un lugar con otro caprichosamente,
a menos que se le fije en ambos extremos con sendos auto-boches.
Un auto-boche es un autómata de cinco metros de altura cuyos
brazos señalizan las frecuencias de entradas y salidas del tubo,
que desemboca en su mismísimo estómago. Por dicha entrada
circular se puede ver constantemente una imágen del auto-boche de
destino en actitud de animar a los viajeros.
Ello resulta necesario porque el tubo-viaje es una experiencia especialmente
desagradable. En primer lugar, no se ven las paredes del tubo, es decir,
es completamente transparente. Además es elástico y por naturaleza
inquieto, y se retuerce constantemente, atrapado en sus extremos por los
auto-boches. El vértigo que produce caminar aparentemente suspendido
en el Universo Blando, es tremendo. Por otra parte, en esa región
objetiva habita el Glo-Ki, pavo primigenio de extraordinarias dimensiones
que observa a quienes atraviesan el tubo, aún siendo para él
muy pequeños, y suele acercarse a ellos con sigilo, sobre sus garras
rugosas y un poco sucias, para darles unos sustos tremendos.
El tubo-viaje dura seis horas a pie, dos en bicicleta y como se puede
apreciar, no es muy agradable.
La ley de Tubo Impar dice, resumidamente, que el número de tubos que se instalen en los tubo-puertos debe ser siempre impar y si su número es par, uno de ellos, siempre aleatoriamente, se auto-inutilizará en plena función de transporte.
Tras despedirse del rabulón, Pérez alquiló una bicicleta y llegó a Alfa Cinco cuando anochecía. Por el camino había estado muy atento a las sacudidas del tubo y las posibles visitas del Glo-ki. También reflexionó acerca de las leyendas que se atribuían popularmente a los tubos desde su descubrimiento. Por ejemplo, se afirmaba que las naves que en ocasiones surcaban la negrura que rodea el tubo, provenían de Calixto 4, trans-dimensionalizado al Universo Blando. También se decía que más allá de Calixto 4 había un Gran Antílope-Gamuza Violeta, mítico por la exudación de su vejiga. En Calixto 4, de hecho, toda la religión se había basado en este axioma durante siglos... Y pensando en estas cosas, pedaleó tranquilo hasta su llegada, procurando no mirar hacia afuera.
Al salir del tubo pudo advertir el excesivo silencio, una quietud que
no corresponde a un tubo-puerto. Acostumbrando sus ojos a la luz rojiza
de la pista de desembarque, comenzó a distinguir las sombras densas
de las tanquetas y los hombres expectantes que rodeaban por completo la
terminal. Eran las unidades del Ejército Napolitano de Salvación
de Arizona, apostadas estratégicamente en un radio de una veintena
de metros en torno al auto-boche por el que acababa de salir.
Caminó en dirección a un grupo de soldados. Uno de ellos
se adelantó, mostrando la señal fosforescente de parada inmediata
obligatoria en la palma de su mano izquierda. Esta señal en forma
de "P", se implanta en los soldados jóvenes a la edad de 5 años
y resulta adecuada. Mucho más, por ejemplo, que las anteriores señales
sólidas de parada inmediata obligatoria, construidas en acero colado
e implantadas quirúrgicamente en el momento de ingresar en el E.N.S.A.
-¡Alto!- dijo el suboficial -no se permite llegar hasta la zona
de cafetería sin identificarse.
-Aquí está mi tarjeta de control de simpatía,
mi diploma de campeón mundial de Floton, mi peine y mi célula
de vecindad como inspector de esferas.
-Gracias. Espérez.
El oficial agarró los documentos y salió corriendo en
dirección opuesta mientras gritaba:
-¡Es Pérez! ¡A por él!
Todos se dirigieron hacia Pérez, calzándose sus guantes
en forma de F, tremendamente enfadados, pues aquella noche emitían
un partido de Floton en micro-televisión.
Corrió en círculo hasta que le rodearon a pocos metros
de distancia.
El general que había huído con su cartera se abrió
paso entre las tanquetas y dijo:
-¡Persíganle!.
Poco a poco, la tropa fue dejando libre un corredor por el que le conminaban
a pasar. Cuando estuvo definitivamente abierto, Pérez no se lo pensó
dos peces y echó a correr en dirección a la cafetería.
Todos le persiguieron.
En la cafetería del tubo-puerto de Alfa Cinco, unas pocas personas
dormitaban frente a sus cafés fríos. Treinta camareros jugaban
al golf-enjuto en el pasillo de los servicios. Sonaba un éxito de
varios años antes: "Atención, advertencia sin importancia",
interpretado por los coros del ex-Ejército Amenizado de Salvación
para Travestidos Estuprados por Ancianas en la Cafetería de la Estación
de Autobuses de Villa-Grilla (E.A.S.T.E.A.C.E.F.G.), disueltos a
raíz de las pocas ventas de su siguiente disco: "Atención,
advertencia importante", cuya primera estrofa decía "Diecinueve
horas siete minutos cuarenta segundos, biiip". Las desconchadas paredes
estaban cubiertas caprichosamente por reproducciones gigantes de las famosas
miniaturas de Vázquez ("La Galgomaquia"). Entre ellas, la más
famosa por haber aparecido durante veinte años en las cajetillas
de tabaco de la marca "O Podenco Cansado", representaba una cabra tomada
violentamente por su pastor sobre un detallado fondo de valles, montañas
y centrales térmicas. Incluso se distinguía al fondo una
gran pista de Floton.
Al cruzar la triple puerta de seguridad averiada, Pérez comprobó
que sus perseguidores le habían dado ventaja, de manera que fue
a los servicios, empapó en agua una toalla, se quitó los
zapatos, dió la vuelta a su chaqueta, convirtiéndola en una
casaca de estampado escocés, se caló sus gafas oscuras y
saltó por la ventana, cayendo vertiginosamente por un abismo de
ciento treinta mil metros. Al cabo de unos minutos, se giró y vió
que todo el E.N.S.A. le seguía a escasa distancia, mientras oía
la voz del almirante gritar:
-¡Ya lo tenemos!
Al poco, las tanquetas le adelantaron veloces en la caída, perdiéndose
en la negrura del fondo. Cargados con sus armas y sus mochilas, los soldados
no tardaron también en sobrepasarlo, disparando inútilmente
hacia abajo para frenar su caída.
Pérez, comprendiendo por fin que se precipitaba al vacío,
palpó sus bolsillos mientras el viento agitaba sus ropas y le laceraba
la piel. "¡La oreja!", pensó. Y no tardó en encontrarla.
Procurando que el viento no se la arrebatara, presionó con el pulgar
e imediatamente sonó "Sólo Pez".
"La oreja. Una llave del Submundo. Éso es."
CAPíTULO XI
Las familiares puertas ajedrezadas del Submundo fueron emergiendo de
la oscuridad. El frío cesó. Aunque no recordaba haber cambiado
de posición, ahora su cabeza no apuntaba al suelo, eran sus pies
los que reposaban, aparentemente estables, en él.
Puso la mano sobre el sensor-cornucopia de la entrada y uno de los
portones se abrió. La luz de los candelabros y una suave música
de teremín se escaparon para recibirle y le acompañaron al
amplio vestíbulo, en donde aguardaba él mismo.
-¡Zopilotes! Tú debes ser Felicióstomo Pérez,
el diestro.
-Soy Pérez, vivo en el Submundo; no te he visto en mi vida,
por la sencilla razón de que uno no puede verse a sí mismo.
¿Quién eres?
Pérez echó un vistazo al vestíbulo del Submundo.
Algunas cosas habían cambiado ligeramente, pequeños detalles.
Un bodegón de frutos rojos sobre la chimenea principal, dos gatos
siameses; había colillas por el suelo, colillas de grandes cigarros
de gerundúndula y muchos fragmentos usados de tiza. El falso Pérez
vestía traje azul marino, corbata de seda. Llevaba un enorme sombrero
ceremonial, negro y dorado, y fue a sentarse tras un escritorio. Sacó
del interior del mueble una maleta, que era una persiana articulada de
madera, y la dispuso verticalmente, sobre el pupitre, de manera que Pérez
no podía verle. Después, descorrió la persiana y,
asomando la cabeza, continuó hablando:
-El viaje en tubo no le sienta bien a nadie. Te voy a leer tus derechos
como Pérez-copia y te instalaré en el almacén. ¿Quieres
algún número en especial? ¿Qué te parece el
2741007.742?. Vamos, contesta.
-Sabrás que Sebasióstomo está fuera de circulación
en un campo de trabajos forzados de la Agrupación de Jardineros
del Autozoo de Villa-Grilla. le han pillado con la anotación optativa
rara segunda de la legislación paralela para asuntos menores de
Villa-Grilla de Kndar y le costará un buen chiquillón de
años pagar sus deudas allí... -dijo Pérez de un tirón,
añadiendo:
-...y dejar a su propio hermano en las pistas de Floton con la sóla
ayuda de un radio transmisor de frecuencia bifónica es una cosa
muy fea, de la que sólamente sería capaz el enemigo público
número 12.
-¡Escoge un número! ¡Ahora ya no tienes al rabulón!
-gritó, levantándose y haciendo caer la ventana portátil,
que se desencajó ligeramente.
-Puesto que me lo permites, escogeré el 3.502. Es mi número
de la suerte -respondió Pérez, mientras pensaba "y también
el recomendado por el Servicio Mercante de Calixto 4 y 5 (S.M.C.) como
número Anti-Maniobra Definitiva Anti-Pérez (A.-M.D.A.P.),
con un índice de efectividad asombroso: 150%".
Felicióstomo anotó cuidadosamente el número.
-Y ahora, te haré soñar con el Gran Antílope-Gamuza
Violeta -dijo, con una extraña mueca.
-Esa vieja creencia en el Gran Antílope-Gamuza Violeta, mítico
por la exudación de su vejiga, hace ya tiempo que fue olvidada.
En Calixto 4 y 5, todo el mundo se introduce metales livianos en movimiento
en la médula ósea. Propaga frecuencia U de consistencia B.
Así, cada vez que sienten esa extraña angustia producida
por la necesidad impresa genéticamente en todo calixteano de que
exista a toda costa un Gran Antílope-Gamuza Violeta, mítico
por la exudación de su vejiga, una mínima dosis de metal
liviano les aleja del letal parano a que les lleva tan enrevesado proceso
mental.
-Me gusta, te usaré como Pérez-enciclopedia.
-Lo siento. Estoy muy ocupado mentalmente. ¿No tendrás
por ahí ninguna tarea de más actividad? Ya me he acostumbrado
a andar arriba y abajo todo el tiempo...
-¿Desengrasador? ¿Azofrador? ¿Operario? ¿Contramaestre?
¿Esquirol? ¿Sobrestante? ¿Remero?...
-Quizá hacer que hago. Es lo que me sale mejor. ¿Puedo
sentarme? -Pérez dirigió una mirada por la estancia en busca
de algún lugar donde sentarse. Como habían treinta sillas,
diez sofás, siete escabeles, un triclinio y un número indeterminado
de mecedoras, tardó casi tres horas en decidirse; finalmente, optó
por un coqueto sofá tapizado en jacquard de algodón, sobre
el que había dos cómodos cojines forrados con seda natural.
Se arrellanó y dirigió la mirada a la mesa que ocupaba
el falso Pérez: Estaba vacía.
-Debes echar por tierra las pretensiones de tu suplantador -oyó
decir a sus espaldas. Se giró, mas no pudo ver a nadie.
-Soy de La Universal Instrumentista -dijo el triclinio.
-Ah, hola -saludó Pérez.
El triclinio fue tomando la familiar forma tranquilizadora que Pérez
atribuía sin dudar a la representante de La Universal Instrumentista
San Intrépido, que le visitaba siempre antes de partir de viaje.
-¿Qué fue de tu rabulón?
-Siguió su vida. Nada nos unía ya.
-¿Has oído hablar de Nobor?
-Es una isla.
-Cierto. Allí se encuentra el Desactivador de Falsos Pérez
más potente que se conoce. En una zona montañosa donde se
esconde Todo con unos 3.502 hombres. Felicióstomo es invulnerable
a todo lo que intentes hacerle aquí. Tiene la llave de la cabina
de visión axial, donde se encuentra la maleta de mandos del Submundo,
y puede neutralizar cualquier intento que lleves a cabo. Sin embargo, desde
Nobor...
-¿Qué hace Todo?
-Básicamente asusta a quienes se acercan. Sus hombres, apostados
en los desfiladeros, tiran gallinas, patos y pavos a quienes pasan por
allí. Protegen férreamente el mercado estable de soncho.
-Comprendo.
-Ve a Nobor -insistió el triclinio...
Pérez oyó un carraspeo y se volvió hacia la mesa.
Felicióstomo Pérez, el diestro, le miraba fijamente.
-Estaba echando una cabezadita debajo de la mesa -dijo.
"Felicióstomo, pedazo de estúpido y sus gemelos de campaña
colgados al cuello, cada vez más inclinado, con su cabello rasposo,
lanudo, ojeroso y tozudo, merodeador de mis días junto con su hermano,
el zurdo, ambos incapaces del menor acto inicial agarrados al petril herrumbroso
de sus cráneos partidos. Felicióstomo, criterio equivocado,
producto de una muela trabada en un molino ciego, de orejas papiriformes
y voz de mirlitón. Quince veces difuso, obtuso, obseso y disperso,
sin Submundo, sin mundo. Inmundo. Nada repelente originada por el susto
de un estornudo cansado y algo sordo, en un vacío mental de setecientos
millones de kilómetros cuadrados en medida estándar, frente
a las costas de Blig-Glat un lunes por la mañana bastante desapacible
y frío. Una ruina para todos los habitantes de Alfa Cinco, un incomprensible
efecto tostadero sobre sus cabezas de animadores deportivos, la hecatombe
financiera de los difractores generales, el tiempo detenido. La no acción-tueste.
Parálisis pan-total. Los aborrecibles efectos de Felicióstomo
sobre la desprevenida población de una esfera mecánica..."
-¡Calostros! ¡Porras! ¡Desayunos! -dijo. Y Felicióstomo
desapareció por completo. Había estado desvaneciéndose,
primero un brazo, luego una pierna, mientras Pérez pensaba frases
sin verbo. Privado de la acción, Felicióstomo afrontaba así
mismo la no-existencia en aquella habitación.
Sobre la mesa había un tazón de leche y una bandeja con
churros. Pérez pensó que mejor sería tener un teléfono
y ambos objetos se re-organizaron molecularmente hasta tomar la forma de
uno, aunque de modelo anticuado. Comprobó que había linea
y marcó el número del lanzapuerto U.D.
-Lanzapuerto, dígame -contestó una voz aguda y metálica.
-Deseo ser lanzado a Nobor. ¿Hay alguna lanzadera vacante para
dentro de dos horas?
-Por supuesto. Hay poco movimiento de viajeros en esta época
del milenio.
-Está bien, reserve un lanzamiento a nombre de Pérez.
-En dos horas. Muy bien. Ya está hecha su reserva. Teclee en
el teléfono el código de su Cuenta Apurillos Resueltos, por
favor, y cuelgue para que podamos transferir el precio de la reserva.
-¿Puedo dar el código en cifras?
-Lo siento señor, ya sabe que las ordenanzas indican claramente
que debe teclearse en letras...
-Está bien, está bien... -Pérez comenzó
a teclear el número de su Cuenta Apurillos Resueltos, común
a todos los servicios universales de transporte: Setecientos noventa y
cuatro mil ochocientos quince trillones, doscientos ochenta y nueve mil
seiscientos noventa y un billones, quinientos treinta y siete mil cuatrocientos
sesenta y cinco millones, novecientos cuarenta y siete mil trescientos
veinticuatro, barra, a, jota, eme, guión, quinientos sesenta y un
mil, novecientos ochenta y cuatro quintillones, trescientos cuatro mil
ochocientos noventa y nueve cuatrillones, seiscientos sesenta y nueve mil
doscientos ocho trillones, ciento noventa y siete mil ochocientos setenta
y siete billones, cuatrocientos siete mil novecientos noventa y nueve millones,
doscientos cincuenta y cinco mil cuatro. Se detuvo. No recordaba la letra
final. ¿Era F? ¿Era B?. Decidió poner BF. Colgó.
El teléfono, que comenzaba a cobrar su original apariencia, era
mitad bandeja de desayuno, mitad Felicióstomo. Pérez se encaminó
a la puerta principal. La encontró abierta.
No existen límites exactos del Submundo. En principio, ya que
se encuentra en constante expansión, el límite varía
a cada instante. Averiguada esa constante, se ha obtenido el incremento
del aumento de volumen del Submundo (más o menos 1 mm/seg.) y cada
día, alrededor de las seis de la tarde, se proclama el nuevo límite,
en un acto oficial que no tiene mayor importancia.
Los Submundos suelen estar equipados con terminales de transporte universales,
ello permite desplazarse directamente, sin hacer escala en una esfera.
El lanzamiento U.D. (Uni-Direccional) es el más popular de estos
medios. Al ser un medio unipersonal, agrada a muchos viajeros que no aprecian
la compañía. Es barato. Nunca es necesario aguardar en lista
de espera, pues hay poco movimiento de viajeros en esta época del
milenio y además, los lanzapuertos obsequian a todos los pasajeros
de sus lanzaderas con cinco botellas de vino azul de Calixto, el quitamanchas
más apreciado en los Submundos...
CAPíTULO XII
Cuando salió, amanecía. Camino del lanzapuerto, admiró
los cuidados jardines del Submundo y compró "La Verdad", el periódico
especializado en informes meteorológicos. Buscó en la sección
"Islas" hasta dar con la página dedicada a Nobor... Cuarenta grados
en la costa, veinte bajo cero en las montañas. Lluvias frecuentes
de patos y gallinas en la mitad norte, de pavos en el noroeste y de pavos
y patos en el noreste. Despejado en el centro y sur de la isla.
No le costó dar con un lanzapuerto, ocupaban tan poco espacio
que se multiplicaban, sustituyendo, de la noche a la mañana, a los
quioscos de soncho.
En el mostrador, indicó que tenía reserva, la cual llegó
por su propio pie, encaramándose a las piernas de la recepcionista
y enseñándole los dientes.
-Aguarde en el armario de espera -dijo la mujer -debemos vacunar a
la reserva.
Pérez se introdujo en el angosto armario y corrió la
cortinilla. Una pequeña pantalla se iluminó, con letras rojas,
frente a él. Decía: "Compañía de lanzamientos
unidireccionales Frosbro-Dos-Semanas. Bienvenido a bordo. Presione sobre
el recuadro en la pantalla si desea pasar a la lanzadera."
Pérez presionó en la pantalla. El armario, convertido
en ascensor, se elevó dotado de una gran aceleración, para
detenerse bruscamente unos segundos después. Parecía encontrarse
un piso más arriba, pero la velocidad había sido tal que
el corazón y algunos otros de sus órganos más importantes,
estaban llegando todavía, muy sorprendidos. Pérez se tambaleó
y tuvo que apoyarse en un joven que llevaba el uniforme reglamentario de
lanzador.
-Pase por aquí, le dijo- y siéntese en la butaca de lanzamiento.
Su reserva llegará en un momento.
La lanzadera no era mucho mayor que el armario y estaba decorada con
primor. Tenía ventanas simuladas, con paisajes nevados que se insinuaban
tras alegres cortinas estampadas de algodón. La butaca estaba, junto
a otras dos, en torno a una mesa baja, ovalada, en la que humeaba un servicio
completo de té. Entraron a la reserva y la sentaron junto a él.
-¡Hola, reserva! -le dijo Pérez, tomando del revistero
un ejemplar de "Cuadernos de Electroentomología".
-¡Brrr! -contestó la reserva, rascándose con ambas
manos su cola peluda, que había enrollado en torno a la butaca,
como una especie de cinturón de seguridad.
-Señores pasajeros de la lanzadera uno, a, seiscientos cincuenta
y cuatro mil setecientos treinta, barra, tres mil quinientos dos, e -dijeron
los altavoces que rodeaban la cabina- va a tener lugar su lanzamiento.
No abandonen la butaca durante la fase de "tump". Duración estimada
del viaje: Entre dos segundos y cinco chiquillones de años. El contramaestre
lanzador les desea un buen viaje y lamenta no poder acompañarles.
Pérez notó cómo los engranajes de dirección
crujían bajo la lanzadera, orientándola mediante los datos
que la red cartográfica universal suministra en régimen de
compra o alquiler.
Después oyó claramente cómo se retraía
bajo la lanzadera el mega-muelle de feronio de dos mil vueltas.
Sonó la cuenta atrás en los altavoces: "Nueve, siete,
tres, ¡cero!".
Y un potentísimo ¡tump! bajo sus pies, derribó
todo el servicio de té e hizo proferir un chillido de terror a la
reserva. Habían sido lanzados.
Se incorporó y anduvo por la cabina, buscando el armario de
los juegos de salón, pero encontró el frigorífico
y extrajo algunos pepinillos en vinagre, que dió a la reserva. Repasó
los títulos de la escueta biblioteca. Tomó dos libros y volvió
al frigorífico, donde había visto algo de cerveza. Se sirvió
en una jarra, que encontró en la alacena. Descubrió la tabaquera
y comprobó con satisfacción que contenía buenos habanos.
Encontró un par de cómodas zapatillas nuevas en seda de cachemir,
se las calzó, dejando sus zapatos en un rincón. Se dirigió
a la butaca, con el tabaco, los libros y la cerveza. Se sentó cómodamente,
cogió a la reserva, que se había quedado dormida, y se la
colocó en el regazo. Encendió un habano, dando largas chupadas,
dió un trago a la cerveza y abrió uno de los libros, "La
goropela", de William Trapecio.
Entonces, un tremendo ¡boing! sacudió la lanzadera, derramando
la cerveza sobre el cigarro. El libro se le cayó de las manos y
golpeó en la cabeza a la reserva, que se despertó y le mordió
en el muslo. Habían sido amortiguados en el lanzapuerto de Nobor.
Fin del viaje. La lanzadera se deslizó por la red elástica
que, después de recibirles, se inclinaba para depositarles en la
zona de desembarque.
Pérez se calzó los zapatos y salió cojeando por
el armario-escotilla de salida.
La Banda Ceremonial de Oficio para Recepciones Anónimas que
le aguardaba, atacó un aire noboreño muy animado, mientras
los policías de inmigración le esposaban y le conducían
a la terminal de pasaportes. La reserva les seguía a escasa distancia;
uno de los agentes trataba de lanzarle patadas que ésta esquivaba
con hábiles saltitos, mientras masticaba un pepinillo.
De todos es bien sabido que Nobor no permite la entrada a ningún
viajero procedente de cualquier otro lugar, ya sea noboreño o extranjero.
Por esa razón, la población disminuye sin cesar en esta isla
de climas contrastados. La policía de inmigración, el cuerpo
más numeroso, tiene muy poco trabajo ya que, en realidad, nadie
quiere entrar en Nobor, a menos que: 1) Tenga algo muy importante que hacer
allí que no pueda hacerse en ningún otro lugar. 2) Dejase
olvidado algo muy importante cuando marchó. 3) Sea amante de los
interrogatorios de cientos de horas y el confinamiento de por vida en las
cárceles de Nobor-Plrin y Nobor-Plraf.
Pérez pertenecía sin duda al primer grupo, pero no lo
dijo. Se limitó a coger la reserva en brazos y soportar los
setenta mil watios de luz que le rodeaban en la húmeda habitación
a donde le habían conducido. Un oficial con las llamativas jarreteras
doradas y el crisantemo artificial reglamentario en la solapa, propios
de su rango, se sentó a horcajadas en la silla, frente a él,
fuera de la acción de los focos. Otros dos se situaron a sus espaldas.
-Tenga la amabilidad de expresarnos sus motivos para hacerse lanzar
a Nobor-Puá -le indicó el oficial.
-Debo reintegrar a este animalito a su hábitat natural, en las
montañas de su acogedora isla, oficial -respondió Pérez,
levantando en el aire a la reserva, que le mordió en una mano- trabajo
en el zoológico de Alfa Cinco -extrajo su tarjeta de socio de las
pistas privadas de Floton de Villa Grilla-Los Lagos y se la mostró.
-Correcto, -dijo el oficial, devolviéndosela después
de haberle dado varias vueltas- aunque lamento decirle que existe gran
actividad guerrillera en las montañas. No es lugar seguro, ni siquiera
para los animales como esa...
-Codorneja -dijo uno desde atrás.
-No es una codorneja, sino una mulancia, hombre -corrigió otro.
-Reserva -aclaró Pérez.
-Éso es, una reserva. -continuó el oficial- En
fin, yo le sugiero que aguarde una buena temporada, pongamos cuarenta años,
en una cómoda cárcel del país. El bicho, que lo lleven
directamente a la cocina. Doy por terminado este interrogatorio, lleváoslo.
Los dos tipos de atrás le agarraron por las axilas y le levantaron
en vilo. La reserva dió un salto y enrolló su cola en torno
a un grueso cable que alimentaba la batería de focos. Balanceándose,
alcanzó con las manos un saliente en la pared y desde allí
saltó a la boca del conducto de aire acondicionado, perdiéndose
en él.
-¡Eh, no te vayas! -gritaron los policías. Pero era inútil:
la reserva estaba fuera de su alcance, probablemente buscando una salida
al exterior, gracias a su sistema de orientación basado en
setenta y cinco parámetros.
Condujeron a Pérez hasta un aparcamiento en el que había
gran movimiento de vehículos blindados policiales.
-Vamos a la parada -dijo uno de sus guardianes.
-Tomemos algo fresco primero. Hace mucho calor -sugirió el otro.
Dieron media vuelta y sortearon algunos vehículos, tomaron una
calle y luego otra hasta llegar a la cervecería del aparcamiento.
En su interior, una veintena de policías bebían en grandes
jarras. Pérez recordó la que se había derramado en
la lanzadera.
-Hola, chicos -dijo uno de sus acompañantes. Todos saludaron.
-¿Lleváis un encargo? -preguntó uno.
-Se ha presentado en el lanza-puerto esta mañana. Es un chiflado
que quería llevar una goropela a las montañas.
-Una zamploña -le corrigió su compañero.
Los policías indicaron a Pérez que se sentara a una mesa
y ellos lo hicieron después, uno a cada lado de él. Pidieron
tres cervezas.
-Oiga, nosotros no le tenemos manía. Las ordenanzas son las
ordenanzas -le dijo uno.
Trajeron las cervezas.
-Para que estos cuarenta años se le pasen en un santiamén
-dijo el otro, alzando su jarra.
Brindaron.
Pasaron los minutos, mientras los policías bebían de
las jarras. Después de cada trago, las dejaban pesadamente sobre
la mesa. Habiendo terminado con ellas, apuraron la de Pérez, que
aún estaba por la mitad.
Entonces comprendió que el meridiano de la expedición
había partido por la mitad toda esperanza...
¡Vámonos! -dijo uno de los policías levantándose-
¡Ya hemos perdido demasiado tiempo!
Pérez introdujo la mano en el bolsillo y palpó la oreja.
Al sonar los primeros compases de "Sólo Pez", las jarras de cerveza
de todos los presentes comenzaron a girar y los manteles y servilletas
se enrollaron, completamente húmedos, a sus cabezas.
Por lo demás, el regreso al Submundo fue absolutamente indoloro
y en seguida se encontró en el espacioso vestíbulo. Nobor
era un mal sitio. Y él volvía a estar como al principio.
Dirigió una mirada por la estancia en busca de Sebasióstomo.
Allí estaban, como antes, las sillas, los sofás, los escabeles,
y las mecedoras; el triclinio había desaprecido. La mesa de oficina
rebosaba carpetas rojas de las que escapaban papeles de color amarillo,
garabateados en azul. El falso Pérez no andaba por allí.
-¿Algo no ha salido bien? -oyó decir a sus espaldas.
Se giró, mas no pudo ver a nadie.
-¡Hola, soy yo! -continuó un escabel.
-Ah, hola -saludó Pérez.
El escabel fue tomando la familiar forma tranquilizadora que Pérez
atribuía sin dudar a la representante de La Universal Instrumentista
San Intrépido, que le visitaba siempre antes de partir de viaje.
-¿Qué fue de tu reserva?
-Escapó a su manera.
-¿No piensas volver a Nobor?
-Esa isla es un mal asunto.
-Cierto. Incluso el mismísimo Todo pone nervioso a cualquiera,
pero sólo allí se encuentra el Desactivador de Falsos Pérez
más potente que se conoce. En esa zona montañosa se esconde
el medio de neutralizar a Felicióstomo. Debes volver.
-¿Qué hice mal?
-Intenta llegar lo más lejos posible. Siempre puedes usar la
oreja para regresar, pero tendrás más oportunidades de acercarte
a las montañas cuando te trasladen por carretera en uno de esos
vehículos blindados. Para entrar en contacto con Todo, sigue las
lluvias de gallinas, patos y pavos. Las plantaciones de soncho también
te indicarán que sus hombres andan cerca.
-Comprendo.
-Vuelve a Nobor -insistió el escabel.
Pérez oyó un carraspeo y se volvió hacia la mesa.
Felicióstomo, el diestro, le miraba fijamente.
-Esta noche no fuiste muy amable con el asunto de los verbos -dijo.
-Felicióstomo, el diestro, pedazo de tonto, tus lazos de mimbre
colgados del brazo, progresivamente torcido, con tu cepillo hundido en
la cara, inexpresiva, ojerosa y vaga, perseguidor de mi vida junto con
tu hermano, el zurdo, ambos infelices y sin el menor impacto inicial, requemados
en el horno chisporroteante de vuestros esternones afilados. Felicióstomo,
conducta automática, producto de una rueda cuadrada en un eje circular,
de nariz vermiforme y ojos de pisotón. Quince veces tedioso, odioso,
penoso y fastidioso, sin ésto y sin lo otro. Pre-tonto. Cosa sin
sentido originada en la axila de un camello de un kilómetro de largo
y sin embargo, de una estrechez mental equivalente a quinientos millones,
trescientos cuarenta y cuatro mil nudos marinos de costa innavegable junto
al mar Blogleglo de Blig-Glat en la frontera con Glabdlo. Ruina de las
esferas mecánicas, tu efecto baño-María en los cerebros
de machacadores de tickets, el cataclismo rastreador de los propinadores
de patadas, la condición inagotable. La inacción-remojo.
Invalidez sensorial. Las despreciables consecuencias de los trompeteos
de Felicióstomo Pérez sobre los indefensos pobladores alfacincanos...
-¡Requesón! ¡Guindillas! ¡Merendolas! -dijo.
Y Felicióstomo desapareció por completo. Había estado
desvaneciéndose, primero un brazo, luego una pierna, mientras Pérez
le lanzaba frases sin verbo. Privado de la acción, Felicióstomo
afrontaba de nuevo la no-existencia en aquella habitación. Antes
de desvanecerse por completo, aún se le oyó decir:
-Hasta luego.
Sobre la mesa quedaron un queso fresco, un plato de aceitunas y unos
pedazos de grueso pan tostado. Pérez lo comió todo inmediatamente,
pues se encontraba hambriento desde la mañana. Seguidamente, se
encaminó al lanzapuerto, admiró los cuidados jardines del
Submundo y compró por el camino "Numismática salvaje", la
revista submundial más escandalosa del momento. La hojeó,
paseando, y se distrajo con las últimas y suculentas noticias sobre
el rodaje de "Seguramente 04 en Nobor", nueva película de la famosa
serie pornográfica. También encontró una entrevista
con Ipa Lago, la galerista internacional y algunos "busque la palabra"
que solucionarían la corta estancia en la lanzadera.
El lanzapuerto que había usado por la mañana resultaba
ser un comercio de pescado frito y caracoles (se alegró de ello,
pues había insistido mucho en el momento de escoger en el catálogo
de submundos). No le costó mucho encontrar otro, ocupaba lo que
hasta ayer había sido una próspera tienda de soportes sonoros
en formatos obsoletos.
Pidió a la recepcionista un lanzamiento para Nobor-Puá,
advirtiéndole de que no poseía reserva, a lo cual la muchacha
respondió que no debía preocuparse, pues le proporcionarían
una.La reserva no tardó en llegar por su propio pie, encaramándose
a la recepcionista y enseñándole los dientes.
-Aguarde en el armario de espera -dijo la mujer -debemos vacunar a
la reserva.
Pérez se introdujo en el armario y corrió la cortinilla.
Una pequeña pantalla se iluminó con letras rojas frente a
él. Decía: "Compañía de Lanzamientos Unidireccionales
Frosbro Dos Semanas. Bienvenido a bordo. Presione sobre el recuadro en
la pantalla si desea pasar a la lanzadera."
Pérez presionó en la pantalla. El armario, convertido
en ascensor, se elevó, dotado de una gran aceleración, para
detenerse bruscamente unos segundos después. Esperó pacientemente
a que su corazón y algunos otros de sus órganos más
importantes llegasen hasta donde se encontraba. Un joven, con el uniforme
reglamentario de lanzador, se personó por si decidía tambalearse.
-Pase por aquí, le dijo- y siéntese en la butaca de lanzamiento.
Su reserva llega en un momento.
La lanzadera, como siempre decorada con primor, presentaba el clásico
saloncito funcional: Las butacas, la mesa ovalada, el servicio de té.
Trajeron a la reserva con celeridad. Era una reserva adulta y
se subió a la butaca sin ayuda.
-¡Hola, reserva! -le dijo Pérez, tomando el ejemplar de
"Numismática salvaje" que había traído consigo.
-Gligloglogli. ¡Rrrrrr! -contestó la reserva, rascándose
la cabeza.
-Señores pasajeros de la lanzadera ene, dos, seiscientos cincuenta
y cuatro mil setecientos treinta y uno, barra, mil, efe -dijeron los altavoces
que rodeaban la cabina- procedemos a su lanzamiento. No abandonen la butaca
hasta finalizada la fase "tump". Duración estimada del viaje: Entre
dos segundos y cinco chiquillones de años. El contramaestre lanzador
les desea un buen viaje y espera volver a verles alguna vez.
Los engranajes de dirección crujieron bajo la lanzadera, orientándola
mediante los datos que la red cartográfica universal suministra
en régimen de compra o alquiler.
(La Compañía de la Red Cartográfica Universal,
proporciona información aproximada o exacta, lo cual depende en
buena medida del precio que se pague por ella. Un contrato estándar
de tipo submundial asegura un cincuenta por ciento de datos fidedignos.
El Contrato Especial Para Esferas (C.E.P.E.) ofrece garantías mucho
mayores. Existe, así mismo, un ticket económico para empresas
dedicadas a los viajes de aventura, que garantiza aleatoriedad absoluta
en el suministro de datos para lanzamientos).
Oyó claramente como se retraía bajo la lanzadera el mega-muelle
de feronio de dos mil vueltas.
Sonó la cuenta atrás en los altavoces: "Nueve, siete,
tres, ¡cero!".Y un potentísimo ¡tump! bajo sus pies,
lanzó por los suelos el servicio de té sin que la reserva
pareciera inmutarse. Habían sido lanzados.
Fue directamente al frigorífico y entre tableros de ajedrez
y desordenadas barajas de cartas, encontró una vieja cerveza, apenas
sin gas. Se giró hacia la reserva, que le observaba atentamente,
rascándose una oreja con el extremo de la cola.
-No hay pepinillos -le dijo.
Abrió la cerveza y dió un trago largo. Al menos estaba
fría. Buscó la tabaquera. Aunque los cigarros eran de menor
calidad que en la otra lanzadera, había una treintena de ellos,
lo cual le permitiría llevar algunos consigo para sobornar a la
policía noboreña. Recordó el título que le
había llamado la atención: "La goropela", de William Trapecio.
Buscó en la biblioteca, pero no pudo encontrarlo. En cambio, encontró
un opúsculo del mismo autor. Se titulaba "En defensa del maluquillo".
De nuevo en la butaca, terminó con rapidez su cerveza, aguardando
el momento de amortiguación mientras hojeaba el libro.
Pasaron dos años.
Se terminaron los habanos.
Pérez leyó varias veces todos los libros de la biblioteca
y encontró muy interesante "Lo hinchosespado", de Elefante Larsen;
aunque el más útil resultó ser "Alimentación
y cuidados de las camadas de reserva" pues la reserva, que al parecer estaba
preñada, parió seis crías dos meses después
de ser lanzados.
Se alimentaron gracias a las imaginativas recetas que Pérez
iba improvisando con lo que había por la lanzadera: barajas de cartas,
folletos publicitarios de la compañía Frosbro Dos Semanas,
estropajos metálicos... Pérez conseguía invariablemente
que todo aquello supiera, de una manera bastante convincente, a tortilla
de jamón.
Un día, estaba valorando la posibilidad de destilar alcohol
a partir de la alfombra, cuando un tremendo ¡boing! sacudió
la lanzadera, haciendo proferir un chillido de terror a las crías
de reserva.
-Amortiguación correcta -dijo una voz metálica en los
altavoces.
Habían llegado al lanzapuerto de Nobor.
Fueron depositados en la zona de desembarque. Pérez lió
parsimoniosamente su último cigarro de seda de zapatilla ligeramente
tostada, una variedad que le había dado muy buen resultado en los
últimos meses y salió por el armario-escotilla, parpadeando
a la luz del intenso sol.
En lugar de la Banda Ceremonial de Oficio que esperaba encontrar, se
halló ante una Demostración Gimnástica Rutinaria para
Visitantes de Poca Importancia, realizada con escaso convencimiento por
un Grupo Folklórico Provisional. Las crías de reserva
saltaban entre los bailarines, haciéndoles caer.
-Bienvenido a Nobor -le dijo un poste de señales, dándose
la vuelta y resultando ser un oficial togado del Servicio de Acogida de
Viajeros- diríjase a la salida, no se entretenga -continuó-
hay muchas amortiguaciones en el lanzapuerto desde que se modificó
la ley de inmigración.
Atravesó la terminal y se encontró en la Avenida Glo,
vía principal de Nobor Puá.
CAPÍTULO XIII
"Viaje a las montañas. Asista a las extraordinarias lluvias de
gallinas", animaba un cine-cartel. “Razón, aquí”. Había
recorrido las calles de Nobor Puá, admirado por la extravagante
arquitectura de aquella ciudad portuaria y también probó
el delicioso bocadillo de crisantemos, la especialidad de la isla. Deambulando,
había dado en un callejón silencioso y vacío, paralelo
al paseo marítimo. Fincas con los postigos cerrados y palmeras centenarias
lo flanqueaban. Un edificio pintado de blanco lo cerraba al final. Aunque
la construcción era de estilo marinero, mostraba una fachada pretenciosa,
cargada de conjuntos de figuras en terracota, la mayoría de las
cuales parecían ser reproducciones sin valor. Sobre la casa, se
proyectaba el cine-cartel que había llamado la atención de
Pérez.
Subió la corta escalinata, empujó la puerta que parecía
recién pintada de verde oliva y buscó un pañuelo para
quitarse la pintura de la mano.
-¿En qué puedo servirle? -en el interior, un tipo con
albornoz que llevaba un libro bajo el brazo, se había detenido al
verle. Se encontraban en un largo pasillo en penumbra.
-Estoy interesado en un viaje a las montañas.
-Ah, bien. Venga conmigo; sígame.
El individuo echó a andar pasillo adelante, girándose
de vez en cuando para comprobar que le seguía. Lucía un estrecho
bigotillo y fumaba en pipa, dejando tras él una nube aromática.
Mientras arrastraba las zapatillas de baño por el viejo suelo rojo,
le dijo:
-Es en la piscina. Yo iba precisamente para allá. Pregunte por
Ramón, el cachalote.
-¿Piscina? -dijo Pérez, e inmediatamente pasaron bajo
un arco, torcieron a la izquierda y se encontró ante la piscina.
En aquel momento estarían bañándose unas diez mil
personas, pero parecía vacía. Tenía el tamaño
de un lago mediano y extensiones de césped que formaban auténticos
valles la rodeaban, dando lugar a una agricultura fértil basada
fundamentalmente en los frutales. Se distinguían al menos tres poblaciones
importantes desde el primer piso de la casa, en donde se encontraban, a
varios kilómetros de escalinatas húmedas y pétreas
de distancia. Vendedores de paraguas y cerveza las recorrían, gritando
sus reclamos; la mayoría eran ex-oficiales de la policía
de inmigración, separados del servicio a causa de la nueva ley.
-¡Venga, venga, tenemos que bajar, no se quede ahí!
Asombrado, Pérez comenzó el descenso. Aquí y allá,
gente sentada o tumbada tomaba el sol o charlaba en grupos. Los escalones
de piedra eran muy anchos; el descenso, largo.Al cabo de unas dos horas,
llegaron al nivel del agua.
-¿Ve el surtidor, ahí?, ése es Ramón. Silbe.
Pérez silbó y un joven ejemplar de cachalote asomó
la cabeza, desplazando una ola que ahogó a trescientas personas
que se bañaban cerca de allí.
-¡Hola! -dijo, animoso, el cachalote.
-¡Hola! -contestó Pérez.
-¿Quién eres?
-Me llamo Pérez. Tú debes ser Ramón, ¿no
es así?
-Ése soy yo -dijo el cachalote dando un orgulloso coletazo que
acabó con los integrantes de una incipiente colonia pesquera que
se había instalado en la zona de trampolines, a unos diez kilómetros
de allí.
-Estoy realmente interesado en viajar a las montañas.
-Ah... comprendo, te has cansado de esta vida sin preocupaciones...
¿Cuántos años llevas aquí? ¿Naciste
en la piscina?
-He llegado recientemente a Nobor. Mi objetivo es ir a las montañas.
Tengo algo que hacer allí.
-Algo... ¿legal?
-Algo importante.
-Bien, nada más fácil. ¿Ves el otro extremo de
la piscina?
-No.
-Es lógico. Está muy lejos.
-¿Y bien?
-Allí están las montañas.
-Caramba.
El cachalote dió un gracioso tirabuzón en el aire con
el impulso de su cola y se sumergió lanzando chorros de espuma.
Un maremoto de notable capacidad destructiva asoló la zona de casetas
de alquiler, donde hacía unos años que se habían instalado
mil familias en régimen de mancomunidad.
Pérez se alejó del borde de la piscina, buscando una
zona intermedia, que recorría los valles sucesivos sorteando campos
de tenis y piscinas infantiles del tamaño de lagos pequeños.
Un ex-policía de inmigración le vendió varias cervezas
y un colchón neumático, que podía usar para descansar
tras cada día de caminata. Esperaba llegar a las montañas
en una semana.
Al segundo día distinguió su silueta azulada pero transcurrió
una semana y las montañas seguían aún muy lejos. Sin
embargo, pudo ver los efectos de lluvias de patos y gallinas recientes,
que habían caído sobre desprevenidos grupos de bañistas.
Empleó exactamente el doble del tiempo previsto, hasta que una
mañana se encontró al pie de las imponentes montañas.
Allí mismo terminaba la piscina y partía un sendero que subía
sinuosamente hasta perderse tras las primeras rocas. Pronto le detectarían
los observadores de Todo.
La primera ascensión le llevó una hora escasa. Finalmente,
llegó a las grandes rocas tras las que se ocultaba el camino. Más
allá había un merendero lleno de animada clientela, protegido
con los clásicos toldos elásticos anti-lluvia. En una explanada,
entre abetos diseminados, diversas construcciones albergaban bares, un
hotel y algunas tiendas de recuerdos. El clima era seco y se respiraba
bien, al contrario que al nivel de la piscina, donde en los últimos
días había encontrado insalubres marismas que hubo de bordear.
Una cola de varios cientos de turistas indicaba el emplazamiento de
las taquillas del funicular, que más allá renqueaba ladera
arriba, protegido con las clásicas redes anti-lluvia.
Pérez se colocó tras un grupo familiar que discutía
animadamente sobre la naturaleza de la próxima lluvia. Se hicieron
apuestas, en las que participaron otros integrantes de la cola. Pérez
apostó un plofo y medio a "gallinas".
La lluvia no se hizo esperar. Una nave nodriza de las tropas de Todo
había oscurecido el sol, abriendo su barriga metálica y dejando
caer varias toneladas de gallinas sobre los desprotegidos turistas que,
dispuestos a no perder su lugar en la cola, aguantaban estoicamente lo
que les caía encima.
Cuando la lluvia cesó, Pérez había ganado setenta
mil plofos en las apuestas.
Algunos enfermeros de servicio en el funicular, acudieron para atender
a los que habían sido picoteados en la cabeza. Otros empleados recogían
las gallinas, utilizando gallineros plegables que se guardaban en cobertizos
hasta la llegada de los helicópteros de fregado.
Decidió comenzar la ascensión.
Líquenes y musgos verdeaban las húmedas piedras. El aire
era seco. Algunos abetos acompañaban durante algunos metros la verticalidad
de la montaña. En sus copas anidaba el esparvel. El azul del cielo
era diáfano, limpio, penetrante. El día progresaba en la
montaña y el sol, lanzando sus rayos por entre las ramas, como varitas
mágicas, iba abriendo florecillas lilas que se agarraban a la ladera,
dibujando vuelos de insectos, haciendo destellar los goteos de resina,
espesando el canto de los pájaros. La pinaza alfombraba los repechos
en que se detenía a descansar; se recostaba en la sombra y observaba
el vuelo de las rapaces mayores. Admiró la hermosura de aquellos
lugares.
Estaba subiendo por el lado occidental y veía todo el tiempo
lejanos valles con lagos, casitas y tierras cultivadas. Los límites
de la isla estaban perdidos en la lejanía. Otros espléndidos
picos le rodeaban y las águilas se lanzaban desde ellos al vértigo
de los valles, en busca, probablemente, de gallinas, patos y pavos. Se
había perdido el eco de los turistas allá abajo. Estaba sólo
en aquel instante alpino, sólo y henchido de optimismo. Había
sustancias en aquella compleja suma de matices que le embriagaban. Todos
sus sentidos se abrían al paso de cada oleada de información.
Continuó subiendo. Al poco tiempo, comenzó a oir el lento
chirriar del funicular. Descubrió la via, muy cerca de donde él
estaba y decidió esperarlo. Pasaron aún veinte minutos hasta
que los dos vagones azules renquearon por delante suyo. Fue tras ellos
y saltó a la plataforma del último. Estaba vacío,
pero no entró en él. Se sentó en la plataforma y se
propuso disfrutar del paisaje. Con las piernas colgando y una rama de helecho
en la boca, Pérez se alejaba. Su figura y la del funicular se hicieron
diminutas y más tarde, los árboles las ocultaron definitivamente
al narrador, que decidió no continuar la ascensión, ya que
Todo y sus hombres se encontraban muy cerca y es bien sabido que Todo pone
nervioso a cualquiera.
CAPÍTULO XIV
En efecto, al cabo de unos minutos el funicular se detuvo y Pérez
oyó voces. Saltó a la vía y rodeó la escena
que se producía frente al vagón de cabeza. Oculto entre los
arbustos pudo observar como una patrulla de Todo había hecho descender
al maquinista. También había dos hombres con maletines de
tela y una mujer de mediana edad que protestaba airadamente.
-¡Cállese! -gritó uno de los hombres armados.
-¡Estoy en mi derecho! ¡He pagado el viaje completo y no
pienso subir andando el resto del trayecto! -respondió la mujer.
-Les hemos dicho que este funicular queda requisado por Todo. Es necesario
transportar varios miles de pavos a la ladera este de la montaña.
-¿Y dónde están esos pavos? -preguntó con
aire de incredulidad la mujer -No los veo por ninguna parte...
Y entonces se oyeron. Seguidamente, comenzaron a verse. Después,
todo estuvo lleno de enormes pavos que iban entrando en los vagones vacíos.
El olor era insoportable. Algunos miembros del ejército de Todo
les conducían, con bastones y botas de alpinista, el clásico
sombrero tirolés y la zamarra de aviador con el inquietante anagrama
de Todo bordado a la espalda. El murmullo de gluglús disminuyó
cuando los soldados cerraron las puertas de los vagones. El hedor se mantuvo.
Los hombres armados se apretaron en la cabina, colocándose en las
narices el odo-protector reglamentario. El funicular comenzó a trepar
lentamente, dejando atrás a los pasajeros. Pérez dejó
su escondite y trotó para volver a subir a la plataforma posterior.
Entonces los tres pasajeros le vieron.
-¡Eh, usted! -gritó la mujer- ¿A dónde va?
-Al mismo lugar que ellos.
-¿Es usted un pavo?
-¡Suba! -le tendió una mano, que ella aceptó. Ya
en la plataforma, se sentó junto a él.
-Sus amigos regresan -dijo Pérez, señalando a los dos
hombres que, empuñando sus maletines de tela, emprendían
el descenso, visiblemente malhumorados y sudorosos.
-No son mis amigos. Les conocí en el vagón. Son representantes
de arenques. Pretenden hacer ventajosas ofertas a Todo para que sustituya
el lanzamiento de volátiles por el de arenques en salazón.
-¿Y usted? ¿A qué se dedica?
-Investigación. Reúno información sobre primitivos
vehículos no traslacionales lógicos...
-¡Caramba!
-...modulares específicos.
-¿Cual es el motivo de su visita a las montañas?
-Oh, simplemente vacaciones.
Permanecieron en silencio mientras la ascensión continuaba,
entre traqueteos y gluglús.
Algunas estaciones cerradas iban apareciendo al paso del funicular.
Eran pequeñas construcciones ancladas en la ladera que tendían
estrechos andenes hasta la vía. Estaban construidas con la misma
clase de roca volcánica que abundaba en toda la montaña,
compuesta de feldespato vítreo y cristales de mica, lo cual señalaba
el orígen de la isla de Nobor.
-Por cierto, no nos hemos presentado. Mi nombre es Pérez.
-Yo soy Juanita Plisbis.
-Practica usted una arriesgada forma de turismo, adentrándose
en la zona controlada por Todo. ¿No le inquieta?
-¿Cómo iba a inquietarme? Todo es mi padre.
-Pérez tragó saliva según el procedimiento Guepardosiete,
un autotranquilizante biofísico poco conocido. Ella le miraba, divertida.
-Ahora explíqueme usted, señor Pérez, el motivo
de su visita a estas tierras puntiagudas.
-Voy a pedir prestado un D.F.P.
-Debí imaginarlo.
-Es de gran importancia que lo obtenga.
-Pero...¿Quiere llevárselo? ¿Está loco?
-Al menos lo intentaré.
-¿Y cómo piensa llevarlo, atado a la espalda?
-¿...?
-Un D.F.P. pesa alrededor de treinta toneladas, excepto el modelo Acabado
Perfecto 2, que alcanza las cuarenta y cinco.
-Debo confesar que no he visto jamás un D.F.P.
-Es evidente. Además, el único D.F.P. que existe en toda
la isla es un Acabado Perfecto 2 y pertenece a mi padre.
-Eso tengo entendido.
-Y está estropeado. Se paró hace dos años.
-Vaya.
Callaron de nuevo para que el lector pueda oír un poco los gluglús
en el interior del los vagones y el chirriar de las ruedas en los raíles.
(También, de vez en cuando, el primer vagón lanzaba un bufido
de advertencia en re menor.)
Fue ella quién reemprendió la conversación.
-¿Recuerda que antes le expliqué que mi trabajo es investigar
en primitivos vehículos no traslacionales lógicos...
-...modulares específicos.
-Exacto. ¿Y sabe usted lo que es un D.F.P.?
-¿Un primitivo vehículo no traslacional lógico...?
-...modular específico.
-¡Pantoldos! Usted puede repararlo.
-Puedes llamarme Juanita.
-Si hemos de tutearnos, puedes llamarme Pérez...
Y así siguieron hablando, mientras el funicular remontaba la
ladera y el mediodía se instalaba entre los abetos y los líquenes,
poniéndolo todo perdido de mariposas.Habría transcurrido
una hora cuando se encontraron con las primeras pistas de embarque. Finalmente,
el funicular se detuvo en una de ellas y comenzaron a vaciar la carga.
Los pavos eran conducidos a los helicópteros con celeridad entre
un revuelo de plumas. Pérez y Juanita negociaron con algunos de
los hombres y consiguieron dos sandwiches de pavo, que devoraron a la sombra
de una inmensa acacia. Después, continuaron la ascensión
a pie.
-Nos quedan tres horas y media para llegar a Todo Junto, debemos economizar
nuestras fuerzas. Propongo que descansemos cada media hora-dijo Juanita.
Treparon por entre las rocas durante treinta interminables minutos,
sirviéndose de manos y pies, hasta un riachuelo cristalino de aguas
muy frías, donde descansaron y bebieron.
Allí, Juanita le explicó a Pérez que vivía
habitualmente en Alfa Cinco, donde su trabajo de investigación era
más apreciado. Visitaba a su padre con asiduidad desde que se modificó
la ley de inmigración. Estaba especializada en Tubos. Su propósito
era realmente pasar unas vacaciones, aunque estaba dispuesta a ayudar a
Pérez.
-Pasaremos unos días estupendos, reparando el D.F.P. y haciendo
excursiones por la montaña- concluyó.
Cuando se detuvieron bajo una roca plana que desafiaba a todas las
leyes del equilibrio (excepto la nº 336/3), Pérez enumeró
la historia de sus hechos, que Juanita siguió con atención
mientras recogía hojas caídas de los carambolos.
Más tarde, un pato cruzó por delante suyo. Parecía
muy apurado y corría intentando no resbalar por la pendiente. "¡Ox!
¡Ox!", los gritos de un soldado persiguiéndole a pocos metros
llegaron a sus oídos; finalmente le vieron pasar ante ellos, trastabillando,
sin advertir su presencia.
Decidieron continuar la escalada.
Unos metros más arriba, un tupido bosquecillo de bellasombras
parecía dificultar el paso. Pérez optó por rodearlo
y se encontró en un abrupto acantilado de piedra gris cubierta de
musgo resbaladizo. Miró hacia abajo y notó el vértigo
característico de las alturas de Todo, una sensación embriagadora
que potencian enormemente las extravagantes plantas que crecen en esos
lugares, los temibles trigüeñales adormecedores, en forma de
eje metabólico, que sumen a los montañeros en trances vertiginosos
que sólo pueden resistir los más avezados criadores de caracoles
fórmula.
De inmediato, Pérez cayó al suelo y viendo que estaba
muy cerca del acantilado, trepó un poco y se sumió en un
sueño halógeno de características abiertas en forma
de F: Viéndose en un velódromo, trataba de colocarse bien
los guantes. Había unos jeroglíficos laterales que llamaban
su atención... El caracol fórmula daba los últimos
toques a su manivela. Se palpaba en el ambiente: Algo tenía que
suceder...
Por su parte, Juanita, que caminaba delante de Pérez cuando
llegaron al bosquecillo de bellasombras, ya se había adentrado en
él.
Cuando advirtió que Pérez no la seguía, ya se
encontraba en mitad de la espesa arboleda calpe y estaba repasando mentalmente
los componentes del cerebro integrado Ramírez P-2 de los D.F.P.
Notó que la luz había disminuido y en la semioscuridad se
sintió más tranquila, de manera que, sentándose, prosiguió
su camino.
Este efecto tan estúpido sólo se produce en la proximidad
de la ardilla almizclera de Nobor, a la que Jacinto María, Paco
Malón, Luis Subirde, Ramón X-FA, Carlos Jiménez, Lucas
Taranda, Andrés Blanco, Arturo Negro, Juan Macho, Irene Hembra,
Leocadia Espejuelo, Marcelo Fan, Jesús To, Eva Gina, Tadeo Índice,
Tadeo Pulgar, Baltasar III (y 15 firmas más), Principal Primera,
A. Administrativo, Sandro Peticelli, Tobías Jacarández, Hermanos
Aceituna e hijos, Pedro Patatillas, Edelmiro Cienfuegos, José Rodríguez,
Carmen Tolada, Sansón & Lucía S.A., Renato Barato, Asociación
Bomberos de Nobor-Puá, Jeremías Clein, Ramón Chalote,
Arcilla López, Melanina Sebastián Bach, Jaime Almizclero,
Maria José Vegetal, Milagros de Cocina, Reliquias Martínez,
Hilarión Cenicero, Carlos Dientes de Ajo, Laura Pomelo, Pedro Peña,
Olga Cabrales, Luis Imbécil, Ladrido Pérrez, Marta Resúmen,
Cristina Pepino, Javier Maxilar, Marcos Piel, Guillermo Guanche, Paco Latón,
Ernesto Mármol, Juan Saurio, Joaquín Melayevoc, Antonio Pies,
Gloria Gastón, José Moral, Patricio Bergantín, Enrique
Palacios, Marifé de Viana, Sergio Pato, Federico Monteblanco, Montserrat
Pelo, Elena Fernández de Jamón y Queso, Boquerón Gutiérrez,
Pablo Voraz, Marisol Juanete, Gemma Temática, Jaime (hijo de Mari
Carmen en su matrimonio con Nicolás), Merluzo Mañanas, Angel
Cupón, Mario Rata, Antonio Viga, Alejandro Sopruno, Isabel Orujo,
Marta Tornillo, Luis Carne, Felipe Carbón, Matías Alternativo
y su perro Trolebús, Beatriz Lombriz, Concha Pavesa, Melquiades
Logotipo, Ignacio Frambuesa, Raúl Tortuga, Jorge Llena, Tor Crisis,
Adrián Tártico, Hansel Gas, Hortensia Pata y Rosa Almizclera
conocen como "La Rana Manzana"A.
Mientras el cuerpo de Juanita permanecía sentado, éste
alcanzaba el lindero del bosque. Atravesó varios árboles
y se encontró en la ladera norte. Llamó a Pérez por
su nombre, pero ningún sonido brotó de su garganta. Tuvo
que regresar hasta donde estaba su cuerpo, introducirse en él, gritar
de nuevo y volver al lindero. Allí estaba Pérez, también
desmaterializado por el efecto de los trigüeñales adormecedores
en forma de eje metabólico. Ambos examinaron la situación,
decidiendo anticipar la parada de descanso prevista (si es que la media
hora no había transcurrido ya). Pronto desaparecería el efecto
del impacto perrosomático que en sus cuerpos habían producido
los trigüeñales adormecedores en forma de eje metabólico
y la ardilla almizclera.
Mientras creían sentarse en el lindero del bosquecillo, intuyeron
la presencia de alguien que se encontraba a lo que ellos suponían
sus espaldas. Giraron aparentemente sus cabezas y tuvieron la sensación
de ver a un hombre, de unos 2.315 años de edad, de largo cabello
corto y anchas manos de cirujano que frotaba contra sus rodillas, como
si tuviera calor.
-Mi nombre es Armando Zacarías- dijo (o creyeron oír).
-Encantado- creyó decir Pérez.
-Es un placer- imaginó que decía Juanita.
-No será muy agradable cuando sus cuerpos despierten y comiencen
a caminar solos por el bosque si ustedes se distraen contemplando el paisaje
en el otro extremo -les pareció percibir como si lo pronunciase
el supuesto Armando Zacarías.
-¿Y qué sucederá? -parecía estar seguro
de haber dicho Pérez.
-Que les detectarán e intentarán re-instalarse, lo cual
no está mal si no fuese por la ley de Doble Capacidad Extrema (D.C.E.),
que explica que un cuerpo en busca de su propietario se acelera hasta los
200.000 chiquillones de blobos por selis y éso, desde luego, se
potencia hasta el doble en las alturas alpinas de Nobor. Sin embargo, en
el caso contrario -parecía que continuase el visitante-, si es el
titular el que se dirige amigablemente hacia su cuerpo, la velocidad se
reduce a un blobo por selis, lo cual es de agradecer.
Pérez y Juanita resaltaron sus múltiples cualidades físicas
o éso creyeron hacer y Armando Zacarías les vendió
un linimiento de pelo de ardilla (o éso les pareció comprar).
De regreso en sus cuerpos, despertaron y volvieron al lindero por el
camino que habían imaginado conocer.
-Tendremos que caminar una hora seguida, pues hemos perdido mucho tiempo
en este bosque artificial- dijo Juanita.
Ascendieron durante todo el tiempo sin poder hablar sobre sus experiencias
en el bosque de bellasombras y en el acantilado de los trigüeñales,
pues la montaña les hacía jadear sin descanso.
Llegó la cuarta parada. Un acomodador con uniforme reglamentario
y linterna anti-mosquitos les buscó un repecho en la ladera para
descansar. Pérez ya sentía el nerviosismo causado por la
proximidad de Todo. Juanita le quitó el tapón al acomodador,
que comenzó a deshincharse y a caer por la ladera girando contínuamente
en el sentido de las agujas de la catedral de Puá.
Todo estaba cada vez más próximo. Especialmente, Juanita.
Ante la súbita próximidad definitiva de tipo B, Pérez
optó por dejarse caer en la totalidad de Todo, especialmente de
Juanita, con lo que todo parecía formar parte de Juanita y todo
Pérez era Pérez a la vez. Juanita dijo: Todo. Y Pérez
dijo: A la vez.
Treinta y cinco minutos después, Pérez consiguió
zafarse de algo aunque no de Todo, por lo que continuaron la ascensión.
Comenzaba a ser tarde para pensar en regresar al Submundo porque el
D.F.P. cada vez estaba más cerca. Pérez sintió una
alegría poco usual que le llevó a acelerar la marcha, lo
cual fue muy acertado, pues Juanita ya iba muchos metros por delante de
él, que se había entretenido observando las orugas tornasoladas,
cautivas de la siempre temible escórpora aracnidomosca.
Vieron bandadas de aves en lo que ya era un atardecer en las montañas:
Nubes de fuego, horizontales y veloces, pasaban ante el sol. Graznidos
y mosquitos, los mosquitos de la tarde. Se detuvieron sobre un acantilado
particularmente peligroso. Pérez miró con desconfianza el
suelo de humus que la falta de luz ya no dejaba distinguir. En él
bullían las alimañas y los picatostes. Finalmente, se sentó
con aprensión, produciendo el característico sonido del pan
tostado al desintegrarse.
Juanita estaba segura de que en algún tiempo se cocían
pavos en el mantillo al atardecer y se lo comentó a un árbol
cercano:
-Creo recordar cómo se cocían los pavos en este humus
putrefacto y se lanzaban al aire por el acantilado en señal de
obcecación...
El árbol, visiblemente turbado, guardó un discreto silencio.
-Y aún más, recuerdo haber grabado mi nombre en tu corteza,
una de aquellas noches.
El árbol se sonrojó, inclinándose hacia el precipicio.
-¿Te acuerdas de mí?
Algunos guijarros se desprendieron de la base del tronco y pareció
como si las raíces intentasen dar un paso atrás.
-Es posible que sea un árbol tímido -dijo Pérez,
que seguía la escena con circunspección.
-Yo sé como tratar a los árboles.
El árbol movió la copa horizontalmente de un lado a otro.
-¿Ves?, quiere que le dejes en paz -intervino Pérez,
sabiendo que hubiera sido mucho mejor callarse.
Juanita le miró con cara de algarrobo loco.
-Pones cara de ciclamor y a estas horas ya no hace calor -le advirtió
Pérez.
De común acuerdo, y con gran alivio para el árbol, decidieron
continuar su camino; ya sólo quedaba una hora de viaje.
Vieron la hermosa puesta de sol noboreña desde la ladera oeste
y fueron atacados por diversas especies de insectos hasta encontrar una
arista lo suficientemente incómoda como para poder descansar unos
minutos y vencer el último repecho hasta las llanuras que sirven
de base al tozal de la montaña más alta de Nobor: Todomolontalña.
Mientras le mordía un alacrán inocuo característico
de las montañas de Nobor (el alacrán almizclero Jorge "Matías
con seis patas tosías"), Pérez reprimió un alarde
de tecnicismo preguntándole crudamente a Juanita:
-¿Crees que estaré en Marzo aquí?
-Vaya, estás embarazado.
-Me salen manchas.
-Puedes atarte una cuerda al tobillo con el nudo 37/AV, te ayudará
a subir sin riesgos para mí. Pérez meditó. Si se ataba
una cuerda al tobillo mediante el nudo 37/AV, era probable que su carcasa
modular embarazosa produjese desprendimientos de juanes. Si no lo hacía,
con toda probabilidad se estrellaría en el abismo o, lo que es peor,
en la zona pantanosa de la piscina, pues pensaban subir por la cara oriental
de Todomolontalña.
Tras un segundo y tres décimas de concentración, optó
por atarse a la muñeca la cuerda que le tendía Juanita. Inmediatamente,
se desembarazó y supo que en Marzo no estaría allí.
-Por cierto, ¿qué es "Marzo"? -preguntó Juanita.
-¿Marzo?
-¿Un metal?
-Un estilo de vida. Y no se hable más.
Emprendieron su vida por primera vez, por lo cual decidieron nacer
de nuevo y esperar aquel mismo momento en que lo habían decidido,
para no tomar más decisiones así y acabar de una vez la subida
a la Todomolontalña.
CAPITULO XV
Tras un último trecho aún más abrupto, llegaron
a la serie de esplanadas que sostenían la imponente cumbre de la
Todomolontalña. Sonidos y olores propios de la actividad humana
llegaron hasta ellos. También había un camino, que parecía
provenir de la ladera oeste y pasaba por donde se encontraban, dirigiéndose
hacia las construcciones potentemente iluminadas que se veían a
partir de la tercera esplanada.
-¿De dónde viene esta pista?- preguntó Pérez.
-De las plataformas de embarque -contestó Juanita-. Andando
por este camino hubiéramos llegado apenas en una hora, pero ¿a
que la excursión valía la pena? Además, ahora nos
conocemos mejor.
Pérez valoró aquella última afirmación
sentado en una roca de aspecto tranquilizador mientras Juanita le iba señalando
las construcciones que se veían a lo lejos.
-...y aquél es el cuartel general de mi padre, la casa de dos
pisos con la antena super-mutis. Y aquella zona es el helipuerto, ya verás,
¡tiene capacidad para siete aparatos a la vez!
Se dirigieron hacia allí, mientras a su alrededor se iban distinguiendo
sembrados que Pérez supuso de soncho.
Cuando llegaron a la entrada propiamente dicha de Todo Junto ya había
anochecido por completo. La ciudad (una especie de gran poblado de construcciones
diseminadas) era una mezcla indisoluble de edificios inteligentes y cabañas
levantadas mediante el tradicional sistema del barril desastillado, que
se llena de hierba y se baña en melaza de ave hasta darle una resistencia
y una capacidad isotérmica sorprendentes.
Todo Junto resultaba especialmente extravagante los lunes por la noche.
Ese día, las patrullas de lanzamiento no salían a cumplir
sus misiones en los puntos estratégicos de la montaña y tras
el crepúsculo se reunían en los barracones de personal y
cantaban hasta muy tarde las divertidas canciones de Todo (que había
conseguido un par de números uno en Nobor Puá el año
anterior).
Caminaron por las primeras calles, siempre en dirección al centro
de Todo Junto, el cuartel general de Todo donde Juanita aún tenía
su antigua habitación infantil, llena de ositos de peluche, banderines
y fotografías del Ejército Amenizado de Salvación
para Travestidos Estuprados por Ancianas en la Cafetería de la Estación
de Autobuses de Villa-Grilla. (E.A.S.T.E.A.C.E.A.V.), a quienes Juanita
había seguido durante sus giras en la época en que perteneció
al Club de Fans la Botella.
La zona central de Todo Junto estaba formada por el ya comentado cuartel
general (de dos pisos, con la gran antena super-mutis), una conserjería
ovoidal y varios edificios de una planta, alargados y pintados de rojo.
Las medidas de seguridad en aquella zona eran considerablemente mayores
y Juanita hubo de mostrar repetidamente su identificación Tódica
a grupos de guardias que fumaban cigarrillos de soncho.
Finalmente se encontraron en la rampa de entrada. Pérez se sentía
cansado y hambriento (en el más puro sentido alfacincano) y Juanita
estaba exultante de felicidad, saludando aquí y allá a quienes
se encontraban por los pasillos de la primera planta del cuartel general.
Fueron directamente hacia el restaurante interior. Algunas mesas se
encontraban ocupadas por oficiales de la guardia personal de Todo.
-Ahora conocerás a la abuela -dijo Juanita mientras se sentaban
en una mesa contigua a la vidriera que permitía ver los bruñidos
generadores axiales que son el alma de todo complejo.
-¡Juanita! ¡De nuevo en casa! -Una voz sin dientes que
sugería barbilla que pincha al besar llegó desde detrás
de Pérez. Juanita se levantó y abrazó efusivamente
a una anciana vestida con el mandil ceremonial de caucho.
-Pérez, te presento a la abuela. Abuela, este es Pérez.
-Encantada, joven.
-Igualmente.
La abuela llamó a uno de los camareros y le encargó tres
menús. Después, se sentaron a la mesa.
-Veo que el restaurante funciona.
-¡A las mil maravillas!
Les sirvieron pavo escabechado y vino tinto. Cuando abuela y nieta
comenzaron a comer, Pérez aprovechó para intervenir.
-Señora, tengo un interés muy especial en hablar con
Todo...
-Oh, caramba -dijo la anciana con la boca llena- me temo que tendrá
que esperar hasta mañana, ya que Todo ha salido a pedir de boca.
-Entonces, esperaré. Pero sepa que necesito encontrarme cuanto
antes ante Todo.
-Así y todo, debes descansar esta noche -le repuso Juanita con
amabilidad.
-Piensa que, a todo ésto, en el Submundo hace y deshace Felicióstomo.
-Con todo, debes descansar. Por unas horas no cambiará nada.
-No estoy del todo de acuerdo. En los submundos el tiempo es estropelástico.
-Si te has de jugar el todo por el todo -intervino la abuela- debes
estar en la mejor forma posible, así que termina tu pavo y sobre
todo no te pongas nervioso.
-Papá no tarda más de dos días en pedir de boca.
Estará aquí, como muy tarde, mañana por la noche.
De todas formas, no le molestará que echemos un vistazo al D.F.P.
mañana. ¿De acuerdo?
-De acuerdo -accedió Pérez y atacó su plato con
renovada energía.
La cena transcurrió placenteramente. Tras el pavo, fue el caldo
de gallina y después, el pato en pepitoria. La abuela regresó
a la cocina del restaurante, pues un grupo de cinco estalacteadores habían
pedido por triplicado todos los platos de la carta .
-La abuela es muy simpática. ¿Qué te parece? Hasta
hace muy poco, era la supervisora de los embarques. Ahora se ocupa del
restaurante. Ha creado algunos platos excelentes en su tiempo libre, pero
lo suyo es la organización.
Juanita se incorporó de la silla, dejando caer varias migas
de pan que inmediatamente comenzaron a ser recogidas por un grupo de hormigas
"JAS", especie única que sólo se encuentra en los Alpes noboreños,
dotada de tres mandíbulas prensiles y un decodificador 5r.
-Ven, te llevaré a la zona de diversión.
-Quisiera cambiarme de ropa. Y lavarme un poco. Y telefonear al Submundo.
-Entonces vamos a mi habitación.
Un montafargas elíptico (basado en la propulsión a chorro
de agua, un curioso artefacto que Pérez sólo había
visto en sus libros de hidroneumática) les condujo directamente
desde el comedor a la habitación de Juanita, en donde se conservaba
la antigua decoración infantil: Ositos de peluche, banderines y
fotografías con autógrafos del Ejército Amenizado
de Salvación para Travestidos Estuprados por Ancianas en la Cafetería
de la Estación de Autobuses de Villa-Grilla (E.A.S.T.E.A.C.E.A.V.),
a quienes Juanita había seguido durante sus giras en la época
en que perteneció al Club de Fans la Botella. (tal como acreditaba
un diploma sujeto a la pared con alfileres).
Juanita se dirigió al ventanal y lo abrió. Hasta que
lo hizo, la ajetreada vida nocturna de Todo Junto se veía tras los
cristales como una suma de puntos luminosos, unos estáticos, otros
móviles. Después de que lo abriera, adoptó el aspecto
de un profundo armario.
-Elige lo que quieras.
Una gran variedad de trajes, túnicas, monos de trabajo y escafandras
se mostró ante Pérez en un rodillo giratorio de densidad
cero.
-¿Tienes algún traje de Pérez?
-¿Te refieres a algún tipo de ropa oficial?
-Exacto.
-Debes marcar el 3502, que es la extensión del servicio protocolario.
Pérez buscó el teléfono, que se encontraba muy
cerca de él (concretamente, sobre su hombro).
-Extensión 3502, dígame -respondió una voz.
-Necesitaría un traje protocolario de titular de Submundo.
-Ya hemos localizado su llamada. ¿Nocturno o diurno?
-Nocturno.
-¿Estival o festivo?
Pérez dudó.
-Festivo -respondió finalmente.
-Provisional o permanente?
-¡Permanente!
-¿Permeable o impermeable?
-¿Suele llover aquí? -preguntó Pérez a
Juanita.
-Ya sabes, gallinas, patos, pavos...
-Permeable, por favor -dijo de nuevo al auricular.
-¿Reciclable o desechable?
-¿No tienen semi-reciclables?
-Lo siento.
-Reciclable.
-¿Alegre o feliz?
-Alegre.
-¿Comestible?
-Sólo la solapa derecha.
-Bien, no se retire.
Una música inidentificable le llegó por el auricular.
Observó mientras a Juanita, que deshacía en aquel momento
su equipaje. Un minuto más tarde, otra voz, distinta de la anterior,
sustituyó a la música:
-¿Usted ha encargado un traje protocolario de titular de Submundo
para estancias prolongadas en Todo Junto?
-Estancias más bien cortas.
-Ah, bien. Espere.
De nuevo la musiquilla inundó su oreja más reciente.
Juanita había colocado todas sus cosas en el armario, que volvía
a ser una ventana. Otra voz apareció:-¿Traje P. de T. de
S.?
-Para estancias cortas, exacto.
-Aguarde un momento.
En lugar de la música, apareció un noticiario meteorológico
que adelantaba las previsiones sobre, concretamente, lluvias de patos.
De nuevo, un comunicante:
-¿Oiga? ¿Traje P. de T. de S. para estancias cortas?
-Sí.
-¿Nocturno-festivo-permanente-permeable-reciclable-alegre y
comestible en solapa derecha?
-Ni más ni menos.
-No se retire, por favor.
Esta vez ningún sonido sustituyó a la voz. A excepción
del aria de "El yunque y la hormiga", que Juanita cantaba desde la
ducha. Esta ópera, compuesta en 1.9780 por Teobaldo El Caballo,
fue durante mucho tiempo, la preferida de Pérez, cuando era estudiante
de Mantenedor de Esferas en Mundo Pérez. Recordaba los versos del
diálogo central:
"-¡Osáis o siete, pero a mí no me la dáis,
insectete!"
"-¡Sois yunque, no junco. No es el juncal de metal!"
-¿Oiga? ¿Todavía están interesados en un
Traje P. de T. de S. P. E. C. N. F. P. P. R. A. y C. en S. D.?
-¿Cómo?
-Es que no nos ha dicho ni el color, ni el número de bolsillos.
-Ya...
-Necesitamos el número de bolsillos. Debe comprenderlo.
-Claro. Pues cinco. ¿Les parece bien cinco?
-¿Todos interiores?
-¿Qué quiere decir?
-Verá. Los trajes P. de T. de S. P. E. C. N. F. P. P. R. A.
y C. en S. D. pueden tener bolsillos interiores o exteriores. También
ambos a la vez. ¿Me sigue?
-¿...?
-Y luego está lo de las mangas. ¿Lo quiere con mangas
o sin mangas? En ésta época hace mucho calor...
Juanita regresó de la ducha, cubierta con un escaso mantel a
cuadros blancos y rojos. Aún canturreaba el final del monólogo
del yunque, uno de los momentos álgidos de la obra:
"...el fuego que funde a mi hermano,
el huérfano hierro, hasta hacerlo herramienta,
apenas calienta mi espalda,
tampoco mi color cambia.
Es para mi tan lejano
el fin de tan árdua tarea:¡Arder, siendo rojo-pimienta!
Más, aún ahora, mis lomos son negros
y en ellos se pierde la luz cuando entra."
-Rojo-pimienta.
-¿Bolsillos? ¿Mangas?
-Cinco. Tres.
-Lo recibirá de inmediato.
Algo golpeó contra la ventana y Juanita abrió el armario,
dejando caer el mantel. Un Traje P. de T. de S. P. E. C. N. F. P. P. R.
A. y C. en S. D. de color rojo-pimienta le dijo:
-Oye, monada. Si no especificáis si los bolsillos han de ser
interiores, exteriores o una combinación de ambas cosas, yo lo paso
muy mal. Eso sin contar todas las voces que tengo que hacer en el teléfono.
Así que, ante la duda, traigo cinco bolsillos interiores, tres exteriores
y ninguna manga; la tela no daba para tanto...
Pérez se encaminó a la ducha.
-Preparáos un rebobinante mientras me arreglo...
La noche noboreña es un portento, pero aquellos privilegiados
que han tenido la oportunidad de recorrer la zona de diversión de
Todo Junto (en la mismísima Todomolontalña) no recuerdan
nada mejor ni peor. La verdad es que no recuerdan nada de nada. Este tipo
de amnesia puede curarse ya gracias a un producto sintético, basado
en el almizcle de ardilla, que todos los establecimientos de la zona expenden
junto a la puerta de los lavabos.
Precisamente, El Megatón Kndariano, el primero de los locales
a donde se dirigieron, regalaba esa noche bolsitas con dosis de almizcle
con motivo de la recuperación de la memoria de Todo, festividad
anual.
Se sentaron en una zona tranquila, donde los hiper-mega-difusores de
ultragraves destrozabarrigas acababan de explotar. Un camarero se acercó
un poco.
-¡Eh! ¡Oiga! ¡Acérquese más! -le gritó
Pérez.
-No lo hará -contestó Juanita- la costumbre en Todo Junto
es hacer el pedido por señas. Si se acercase, no nos vería
bien. -dibujó en el aire una botella de rebobinante extra azulado
con etiqueta roja (de una antigüedad de cinco años) y tres
vasos. El camarero asintió y salió despedido por un ultragrave
que había permanecido escondido bajo el sillón de Pérez.
-Pues no está nada mal este sitio -dijo el Traje, tratando de
animar la conversación.
-Ahora mismo, es la discoteca de moda en Todo Junto -explicó,
sociable, Juanita.
El camarero les lanzó la botella y los vasos desde dos metros
de distancia. Pérez sirvió la bebida y brindaron por el éxito
en las tareas de reparación del D.F.P., que comenzarían a
la mañana siguiente. El segundo brindis, a propuesta del Traje,
fue por el regreso de la moda de las solapas anchas y las americanas sin
cortes.
Pérez se levantó.
-Olvidé telefonear al Submundo desde tu habitación. Vuelvo
en un momento.
Caminó en dirección a la barra, tropezando con los bailarines
de la oscura pista central.
-¿Vienes mucho por aquí? -dijo el Traje, arrellanándose
en su silla y cruzando las piernas.
-Mmm... no mucho, ¿porqué?
-Oh, por nada. Me gusta este lugar. Vendré más a menudo.
Tiene algo... un encanto, sí. Un encanto especial. Es... grande.
Muy grande. ¡Y arrebatador! Como tus ojos, Juanita -concluyó
mientras apuraba su tercer vaso de rebobinante. Algunas gotas cayeron en
la solapa no comestible.
-Eres muy amable. Si tuvieras ojos o algo, te diría lo mismo.
Bueno, pongamos que tienes unos bolsillos muy atractivos.
-¿En serio? ¿Lo dices en serio?
-Claro.
El Traje se sirvió un nuevo vaso y distribuyó el contenido
de otro por la mesa hasta conseguir que la botella reposara verticalmente.
-Juanita, este lugar es esplóndido.
En la barra, un camarero muy amable le indicó a Pérez,
por señas y desde un metro de distancia, dónde se encontraba
el teléfono inter-submundial. Apartando grupos de personas que se
esforzaban por ser atendidas y gesticulaban hacia los camareros, llegó
hasta él y marcó el código de submundos. En la borrosa
pantalla apareció el rostro de la operadora.
-Transmisiones submundiales -dijo con voz metálica.
-Quiero Submundo Pérez 9397.
-Introduzca una moneda de diez plofos.
Pérez dejó caer diez plofos en la bolsa captatoria. La
pantalla ofreció un fundido a negro y recobró poco a poco
la imagen. El rostro somnoliento de Marisa Terreno, la antenista del Submundo,
escudriñaba para averiguar quien era su interlocutor.
-Mmmm... Submundo Pérez, dígame.
-Aquí Pérez, desde Nobor.
-¿Cómo?
-Soy Pérez, llamo desde Todo Junto Sur.
-Disculpe, si no se le ocurre nada mejor que gastar bromas, voy a colgar.
Estoy de guardia y por lo tanto quiero dormir.
-Oiga...
-Mañana informaré a Pérez de que hay alguien por
ahí haciéndose pasar por él.
-Pero...
-Biiiiiip.
Desandando el camino y tropezando de nuevo con los bailarines, Pérez
pensó en su lejano Submundo, en los deliciosos pasteles que preparaba
la antenista y en el sistema de iluminación de exteriores que había
encargado para los jardines.
De nuevo en la mesa, pudo comprobar que el Traje apuraba su quinto
rebobinante y pensó en la factura de las consumiciones.
-¡Hola, muchacho, siéntate con nosotros! -le dijo el Traje.
-Muy amable.
-Tu Traje tiene una conversación de lo más agradable
-le dijo Juanita, muy divertida.
-Es que la noche Todojunta es mi fuerte. Hace doscientos treinta años,
cuando el último titular de Submundo solicitó un Traje Tropocolario,
me lo pasé bomba y tomé muchas anotaciones sobre lugares
divertidos, aunque éste no lo conocía.
-Ya.
-Traje me ha explicado la composición del rebobinante.
-¡Exacto!: Dos partes de bobi y una de nante. Resultado asegurado.
Exfoliador y estrupendo -explicó el Traje.
-En ese caso, tomaré otro -sugirió Pérez.
-¡Aledante, joven!
-Vigila con el bobi, el que se destila en Todomolontalña es
altamente tóxico y adaptante -le advirtió Juanita,
que cada vez parecía pasárselo mejor.
-No te preocupes, tengo implantado un detector adúltero de rebobi
y de tribobi -zanjó Pérez.
-¡Vaya! ¡Qué casualidad!, los implantadores adultos
son mi fuerte. Precisamente, conocí a uno, hará como unos
doscientos o doscientos cincuenta años, en este mismo lugar. Era
un joven de aspecto divulgativo. Tenía dos brazos muy parecidos
y éso es de agradecer a la hora de las mangas (era invierno). Me
dijo: Traje, tú y yo haremos buenos negocios...
-Traje, te estás pasando.
-Sí, éso también me lo dijo ¿cómo
lo sabes?
-Verás... precisamente, mi abuela guarda los periódicos
de la época. Recuerdo como si fuera ayer, que llegué con
Pérez a Todo Junto.
-¿Tu abuela sabe cocinar los brostos al estilo de Villa Grilla?
-preguntó Pérez, tratando de cambiar de conversación.
-¿Muy quemados y con salsa de pasto? -intervino el Traje.
-Sí, ¿porqué?
-Soy especialista en la cocina típica del brosto -continuó
el Traje- y sé que cuesta mucho preparar un buen pasto.
-¿Conocéis “Bajo las Almendras”? -preguntó Pérez,
en un nuevo intento de cambiar de conversación.
-¡Bajo las Almendras me sonrojé y vi tus manos en el café!
-cantó el Traje a voz en grito, haciendo que los vecinos de las
mesas contiguas se girasen, la música se detuviera y los camareros
comenzasen a hacer múltiples gestos.
-¡En el café había restos del veneno que tomé!
-continuó Juanita.
-¡Lo tomé por quererte y cambiaste mi suerte! -se atrevió
un camarero.
-¡Suerte alterada bajo las almendras dejada! -siguió el
Traje, definitivamente emocionado al descubrir que todos se sabían
la canción.
-¡Bajo las Almendras; subo las calendas! -cantó espontáneamente
un coro de treinta y siete clientes desde la pista principal.
-¡Bajo las Almendras; subo las calendas! -se sumaron los camareros
y la señora de los servicios.
-¡Bajo las Almendras; subo las calendas! -gritaron los empleados
de seguridad.
-¡Bajo las Almendras; subo las calendas! -cantó con voz
de ruiseñor la abuela de Juanita, que llegaba en aquellos momentos
al Megatón Kndariano.
-Será mejor que aprovechemos para largarnos -le dijo Juanita
a Pérez, muy cerca de su oreja más reciente.
Cuando salían, Pérez vió de reojo al Traje y a
la abuela de Juanita, encaramados sobre la mesa, remontando el estribillo
de la popular canción noboreña...
-¡Suerte encontrada, el veneno no me hace nada!
-¡Nada hacia el infinito y verás que bonito!
Salieron a la cálida noche de Todo Junto Sur (Todomolontalña,
Nobor). Brillaban las estrellas y las colillas de cigarrillos de soncho
que un grupo acababa de depositar en el depósito de Posita.
-¡Que vaya bien! -les deseó Posita desde su quiosco de
recogida de colillas de soncho, situado justo a la puerta del Megatón
Kndariano.
Juanita caminó pensativa delante de Pérez.
-¿Sabes?: Creo que nos sentaría bien ver un concierto
de los Espesor Atmosférico y luego regresar a casa pasando por las
cocinas de la abuela. ¡La noche es joven!
-¿Dónde actúan los Espesor Atmosférico?
-En La Taberna del Kuli Loco, un lugar desapacible pero muy bien equipado:
Bio-amplificadores, sensores de aura, bebidas personalizadas, ya sabes...
-Vamos, pues.
En Todo Junto Sur, los locales estaban muy próximos unos de
otros, de hecho, era posible ir de uno a otro aunque las piernas no respondieran
demasiado, pero La Taberna del Kuli Loco estaba todo lo lejos que los propietarios
de los demás establecimientos habían conseguido, lo cual
tampoco era excesivo. De hecho, era inevitable que algún parroquiano
con agallas se aventurase de vez en cuando por La Taberna del Kuli Loco
y lo primero que le sucedía era que se encontraba con una reproducción
holográfica de sí mismo que le amenazaba con un cuchillo
de cortar pavos, de manera que acostumbraba a regresar a su circuito habitual
y olvidar rápidamente lo sucedido. Aquellos que franqueaban la puerta
del local haciendo caso omiso del holograma amenazador, formaban la clientela
de La Taberna del Kuli Loco, gente respetable que se reía de los
demás y exigía espectáculos artísticos innovadores
y amazacotados. En sus dos años de existencia, La Taberna del Kuli
Loco (L.T.K.L.), comandada por Saturnino Tenedor de Cejas, más conocido
como "Chirli 4" por sus enemigos, había presentado artistas de todas
los estilos submundiales: Orquestas de bastón, cuartetos milagrosos,
bailarines-amuleto, dioramas hiperrealistas, poetas maníacodepresivos,
multi-instrumentistas tímidos, cantantes paranormales o grupos de
animación cortical, como Espesor Atmosférico, un dúo
de celesta hidráulica y golpeador paramétrico reticular que
era realmente apreciado en Nobor.
Superaron sus holo-amenazas y también al portero que, agazapado
tras la puerta, esgrimió su talonario de números para el
sorteo de una piragua a beneficio de la Agrupación Deportiva de
Porteros Deportados a Nobor (A.D.P.D.N.)
La sala principal de La Taberna del Kuli Loco tenía la forma
de un hexágono irregular de siete lados, en uno de ellos, el escenario
rutilaba suspendido sobre cuatro brazopiés de importación.
Sobre él, dos individuos parecían luchar contra el impulso
irresistible de prender fuego a sus máquinas. Alrededor de trescientas
diecisiete personas seguían con atención el concierto, hablando
unas con otras. El músico de la celesta hidráulica amenazaba
con un martillo al redifusor de ondas electroplásmicas de su instrumento
y miraba fijamente al público, que comenzaba a explosionar (un efecto
exclusivo de los rebobinantes L.T.K.L.). Juanita y Pérez pudieron
situarse en primera fila, de pie, muy cerca de los músicos.
-¡Ya han comenzado! -gritó Juanita al oído de Pérez.
-¡Ay! -respondió éste. (Algunas personas, sienten
un dolor agudo cuando alguien les grita al oído. Esto no le sucede
a todo el mundo, aunque no debe ser muy difícil imaginárselo.
Para ello, basta con recordar el dolor agudo que sentimos todos cuando
una libélula almizclera anaranjada nos mira fijamente desde trescientos
metros de distancia.)
Estiraron de los cables suministradores y obtuvieron sendas raciones
de rebobinante y una camiseta de regalo en la que se podía leer:
"La Taberna del Kuli Loco, habitaciones. 342202345 Todo Junto Sur".
Espesor Atmosférico, habiendo superado el ecuador de su concierto,
atacaron una melodía alfacincana primitiva hasta que se rindió,
impresionada por sus decibelios descorchables. Entonces brotó del
golpeador paramétrico reticular una pulsación monótona,
inquietante, intensa, que desplazó masas de aire estomacal entre
los asistentes. Pérez pensó en Rabulón Corc II Giménez,
pero la voz de Juanita le sacó de sus pensamientos:
-¡Fantástica la pulsación anacrónica combinada!
-¡Cierto. Es como si del golpeador paramétrico reticular
brotase una pulsación monótona, inquietante, intensa, que
desplazase masas de aire estomacal entre los asistentes! -le respondió.
Los conciertos de Espesor Atmosférico duraban entre cuarenta
y ocho y cincuenta y dos horas. Pérez y Juanita lo sabían,
así que cuando terminaron su rebobinante, decidieron regresar al
cuartel general de Todo y en particular a la habitación de Juanita.
El grupo seguía electrizando a la audiencia mediante un cable de
alta tensión que golpeaba a las primeras filas a modo de látigo.
Ambos instrumentistas estaban de pie frente a un público enfervorecido
que gritaba: "¡Pollogallina! ¡Pollogallina!", el grito de guerra
de los seguidores de Espesor Atmosférico.
La noche invitaba a pasear mediante unas tarjetas que caían al
suelo periódicamente. Pérez y Juanita caminaron abrazados.
-¿Sabes? Me gusta más el rock de las nubes de metano
de Neptuno... -sugirió Pérez.
-Bueno, yo ahora sólo escucho grabaciones de folk mental urbano
saturniano -explicó Juanita -aunque pensé que te gustaría
asistir a un concierto de música industriosa extrapolada. Quedan
tan pocos grupos...
-Y me ha gustado, aunque me interesa más hablar de esas grabaciones
de folk mental urbano saturniano que tienes.
-¡Ah! Pues, por ejemplo, tengo todo lo de Leonor Capuchino y
también una grabación de los Tic Tac Conventuum acompañando
a Florian Topacio, y ...
-Creo que servirá.
-¿El qué?
-Lo de Tic Tac Conventuum.
-¿Para qué?
-Para reparar el D.F.P.
Enfilaron la avenida principal Sur-Este que dividía Todo Junto
como una parrilla de lechugas a un colador de magma.
Juanita aceleró su abrazo y estrechando el paso, continuó
la conversación:
-No lo había pensado, pero tienes razón, sólo
una buena grabación de folk mental urbano saturniano puede indicarnos
campos magnéticos dislocados.
-Exacto, ahora lo recuerdo. Lo leí en un viejo tratado. Una
grabación de folk mental urbano saturniano se convierte indefectiblemente
en "La luna del olvido", de Soledad López, en la proximidad de cualquier
campo magnético dislocado...
En el cuartel general reinaba la calma y en Gorgago, la Reina En Sus Cubos, que revisaba en aquellos momentos el equipaje junto a su kuli. El kuli saltó sobre una mesa y estampó un sello sobre la lista de pertrechos. Se acercaba el momento de emprender el viaje.
Pérez y Juanita se abalanzaron sobre la empanada de pato que
la abuela había dejado sobre la cama. En cuanto la hubieron devorado,
se abalanzaron sobre la cama, a la que trataron de devorar. Como ello pareció
costoso, decidieron devorarse el uno al otro, abalanzándose previamente
hasta conseguir un equilibrio nada despreciable.
Y amaneció en Todo Junto (no sin antes haber transcurrido varias
horas).
Las cumbres de las montañas vecinas se asomaban por la ventana
dando los buenos días, hasta que Pérez la abrió y
extrajo una camisa. Se sentía muy animado y descubrió que
estaba canturreando una vieja canción de viaje submundial de la
que ni siquiera recordaba el título:
"Cuando veo tu boca
Te como.
Cuando veo tus ojos
Te como.
Me comes.
Te como.
Juntos comemos tu cuerpo."
Fue hasta la pequeña cocina y preparó café, huevos
de pata cocidos, lentejas, arenques ahumados, tostadas con mantequilla
de soncho y abrió una lata de pollo reciclado a las finas hierbas
y otra de verduguillos de San Martín. También cortó
dos grandes tajadas de chanquete gigante y se dirigió con todo ello
a la cama, donde Juanita fingía dormir. Había estado soñando
con arenques ahumados y café fuerte, pero al despertar, el hilo
de sus pensamientos se escapó de su mente, voló al futuro
y se vió a sí misma emprendiendo un largo viaje. Ahora reflexionaba
sobre lo que había visto y notó el olor del café.
Abrió un ojo. Luego el otro. Sonrió y bostezó. Desayunaron.
-¿Fieven esfibo veductor os fefefé? -preguntó
Pérez con la boca llena.
-Afdualbente o os inforboran -respondió Juanita, igualmente
con la boca llena.
-Memos bal.
-Fi.
Llamaron a la puerta y esta se abrió, solícita. En el
umbral, un individuo de aspecto singular les enseñaba la hebilla
del cinturón, probablemente debido a que el resto de su cuerpo no
era visible, tal era su altura. “Desde luego”, pensó Pérez,
"es un cinturón impresionante". En efecto, el cinturón de
Todo tenía una hebilla de dos kilogramos de peso que representaba
a Todo. Él lo había diseñado así para que todo
el mundo pudiera verle la cara sin tener que subirse a una escalera, pues
medía dos metros y cincuenta y tres centímetros.
-¡Papá! -exclamó Juanita saltando de la cama y
pisando una tostada con mantequilla de soncho. Entonces el gigante se agachó
y Pérez pudo ver su cara. No era muy distinta de la hebilla, pero
movía los ojos, tenía barba de dos días y sonreía
con complacencia.
-¡Papá, éste es Pérez. Tenemos que ayudarle!
-Bien, bien, jovencita, pero dime porqué.
-Necesito un D.F.P. prestado durante unos días. Puedo pagar
por ello hasta setecientos mil chiquillones de plofos -intervino Pérez-
es decir, me llamo Pérez y necesito reparar el plofo. Puedo pagar
setecientos mil chiquillones de Juanitas...
Todo, que realmente hace poner nervioso a cualquiera, se sentó
en el suelo del pasillo y parpadeó.
-Ando muy ocupado, chico. Además, mi D.F.P. dejó de funcionar
durante un alineamiento y habría que revisarlo completamente.
-No hay problema, ella me ayudará.
Todo se giró hacia Juanita, produciendo una corriente de aire
que hizo revolotear el ligero camisón que no ocultaba sus dos ombligos.
-Tengo muchos compromisos. Ya sabes, lluvias de pavos y todas esas
zarandajas. No me estropeéis el día, ¿eh? hacedlo
vosotros sólos. Gracias. Así me gusta. Joven, ha sido un
placer.
Se levantó pesadamente y dándoles la espalda fue hacia
la escalera; sus poderosos pasos se alejaron durante veintidós minutos.
-Todo es así -explicó Juanita.
Prepararon una bolsa con comida y varios equipos de todoherramientas.
El día resplandecía ya y salieron de Todo Junto capital charlando
animadamente mientras algunos edificios les acompañaban durante
un trecho del camino hasta que, cansados, dejaron su lugar a los cultivos
de soncho, mucho más ágiles.
-Pronto veremos donde se encuentra el D.F.P. -indicó Juanita.
En efecto, en el extremo de la planicie, un edificio cuadrado y sin
ventanas absorbía la luz del sol en sus superficies rojizas.
-Aquí está, probablemente lleno de nidos de zamploña
-dijo Juanita cuando llegaron al edificio, una hora más tarde. Nadie
vigilaba, aunque ello no hubiera sido necesario, pues no tenía ninguna
puerta.
-¿Cómo vamos a entrar? -preguntó Pérez
y golpeó con los nudillos en la pared.
-¿Quién es? -se oyó.
-Soy Juanita. Abre, Jeremías.
-Es Jeremías Clein. Trabaja aquí. Mantiene un campo hermético.
Un crujido en la estructura de la casa precedió a su transformación.
Donde había una pared lisa se mostró una puerta pintada de
verde, con cortinas de encaje, flanqueada por coquetos tiestos de geranios.
La puerta se abrió y un hombre emergió, parpadeando.
-Buenos días. Pasad, prepararé un té.
Entraron en una estancia única, ocupada en su mayor parte por
un artefacto indescriptible, aunque tremendamente feo e impresionante.
Tubos, manómetros, serpentines, engranajes, poleas, lentes, tableros
de mandos, palancas, televisores, muelles y muchos otros elementos interconectados
envolvían por completo alguna estructura absolutamente irregular.
-¡El D.F.P. Acabado Perfecto 2 de cuarenta y cinco toneladas!
Todo un reto para una especialista en primitivos vehículos no traslacionales
lógicos modulares específicos -dijo con entusiasmo Juanita
mientras daba unas palmaditas en la superficie de un carburador de doble
extremo agigantado, del tipo 20. Se notaba que lo estaba pasando muy bien.
-¿Cuál puede ser la avería? -preguntó Pérez.
-Déjame pensar. La última misión con el D.F.P.
se realizó hace dos años. Consistió en un alineamiento
de bancos homogéneos de transporte. Tres bancos no aparecieron jamás.
Se indagó en toda la isla y también en el exterior. Diez
días más tarde, uno de ellos ocupó el espacio físico
de dos jugadores de floton en las pistas de Villa Grilla. Puedes imaginarte
el escándalo. Papá desactivó inmediatamente el D.F.P.
y se compró tres jamelgos modulares Reploncho, que cumplen la misma
función y además tienen radio-despertador.
-Comprendo.
-La avería puede no ser grave.
-Eso pensaba.
-Habría que acceder al Memorión Interno. Tendremos datos
sobre lo que pasó.
-Adelante.
Para abrir el Memorión Interno fueron necesarias cinco tazas
de té. Jeremías Clein, el creador de psico-campos más
famoso de Luquer, conocía bastante bien los intríngulis de
la pieza rotatoria de servo-tuerca, llave de seguridad del Memorión
Interno. Unas horas después, Juanita conectó el bolillo-sensor
del Memorión al ordenador portátil que había traído
consigo.
Leyeron en la pantalla:
"7 de Glundio de 1.9687. El banco homogéneo de transporte 6
se ha desprendido de la tobera accidental probable. A partir de este momento,
puede suceder lo mismo con todos los demás bancos. Sin embargo el
proceso de transferencia no puede detenerse, bajo riesgo de perder el alineamiento."
"8 de Glundio de 1.9687. Falla el sistema de paneles frontales y la
gráfica de localización pierde mucha agua."
"9 de Glundio de 1.9687. Una sobrecarga ha destrozado el circuito de
saneamiento de datos incorrectos, el calentamiento que ello ha producido
en la fisura palmo-temporal crea constantes flujos de chicharras magnéticas.
Es necesario desconectar el Memorión Interno. Comienza la cuenta
atrás: Ocho, Cinco, Dos, Uno y medio, Cero."
-Si la avería en cadena se inició en la tobera accidental
probable, es lógico que comencemos por ahí -concluyó
Juanita-, aunque precisamente la tobera accidental probable esté
probablemente en cualquier lugar del D.F.P. por puro accidente.
-Vaya.
-Pero he traído el detector de toberas. Jeremías, acércame
la maleta. Juanita extrajo un detector bastante viejo, que aún parecía
estar en buena forma.
-¡Hola! -saludó el detector.
-¿Dónde está la tobera, detector?
-¡Detrás del triturador cúbico de feronio que hay
sobre la toldilla!.
-Gracias, detector.
-¡De nada!
Clein sacó un plato de judías para el detector, que se
sentó en el suelo y empezó a comer ruidosamente.
Fueron hacia la toldilla. Efectivamente, un triturador cúbico
de feronio la ocultaba por completo. Tras él, temblorosa, una tobera
se tapaba los ojos con las manos.
-¡Ahora, Juanita! ¡Conecta el reproductor! -gritó
Pérez.
Juanita extrajo de su funda la grabación de Tic Tac Conventuum
y la introdujo en un reproductor servo-bestia en miniatura que habían
colocado en uno de los equipos de herramientas. Escucharon hasta que sonó
la inconfundible melodía de "La luna del olvido", de Soledad López,
en una versión para arpistro, réstole y percusión.
-Hay un campo magnético dislocado aquí.
-Esta tobera está muy asustada. Mirad como tiembla.
Jeremías Clein se acercó para ver mejor a la tobera.
-Tobera -llamó con suavidad-. Tobera, ¿puedes oirnos?
-Sí -respondió entre sollozos la tobera.
-No tienes que culparte.
-Eso, no tienes que culparte -añadieron Pérez y Juanita,
sin saber muy bien a qué se refería Jeremías Clein.
-Pero... -la tobera les miraba con los ojos humedecidos- dejé
caer el banco homogéneo de transporte 6...
-Bien, pero eso ya pasó -le dijo Juanita, acariciándole
el indicador ferruginoso de alineamientos- ahora necesitamos que nos demuestres
que no volverá a suceder.
-Confiamos en tí.
-Tú puedes hacerlo, tobera.
-Pero...
-Tobera, vamos a entrar en la cabina.
-Es que...
-Sé que lo harás por nosotros -replicó simplemente
Juanita.
El D.F.P. se puso en marcha con una suave presión en el eje
de mando lateral. La tobera inició el alineamiento, todavía
entre pucheros. Perez y Juanita entraron en la cabina. Clein saltó
al suelo y procedió a descorrer una de las paredes laterales.
-Debo partir de inmediato -dijo Pérez, mientras inspeccionaba
el complicado tablero de mandos.-Te acompañaré, hace tiempo
que no viajo por los submundos -le hizo saber Juanita. -Eso de ahí
es el impulsor de megadatos -añadió.
El D.F.P. tembló, la tobera dió un grito y despegaron
a trescientos mil chiquillones de minutos por segundo. Todomolontalña
quedó abajo y se vieron rodeados de azul. Todo Junto era una diminuta
lenteja en un plato más bien poco abundante.
CAPíTULO XVI
Pérez programó en la consola de mandos la dirección
del Submundo.
-Bien, quisiera saber lo que hará Felicióstomo cuando
me presente allí con el Desactivador de Falsos Pérez -se
burló Pérez.
-¿Has traído contigo un Desactivador de Falsos Pérez?
-Viajamos en él, ¿no lo recuerdas? Estamos sentados en
la cabina de un Desactivador de Falsos Pérez.
-¿Te refieres al D.F.P.?-¡Claro!
-El D.F.P. no es un Desactivador de Falsos Pérez, sino un Difusor
de Fenómenos Proporcionales, muy usado en jardinería.
-Ah...
-¿Creías que el D.F.P. era un Desactivador de Falsos
Pérez?
-Confieso que llegué a creerlo.
-Pues no lo es.
-Ya.
-¿Que vas a hacer?
-Aterrizar. Estamos sobrevolando el Submundo.
Accionaron las palancas de desamortiguación radial lateral en
la forma adecuada. El D.F.P. se posó suavemente y la tobera suspiró,
aliviada.
Se encontraban en la plaza cúbica del Submundo. Varias personas
tomaban aperitivos y charlaban en los bares que había bajo los pórticos.
Nadie prestó atención al D.F.P. ni a sus ocupantes. Saltaron
al suelo.
-Tomemos algo -propuso Pérez, entrando en el Lagarto Veloz,
el bar más antiguo de la plaza cúbica.
Un rayo de energía sincrónica muy potente pasó
rozando su hombro y se estrelló contra el espejo que había
tras la barra. Los parroquianos se echaron al suelo. Juanita se encontraba
aún junto al D.F.P. y volvió a entrar en la cabina. Conectó
el Memorión Interno.
-Memorión. ¿Qué pasa?
-Un ataque con rayos sincrónicos. Proviene del otro extremo
del barrio.
-De acuerdo -accionó el visor- dame las coordenadas y saca el
lanzador de lechugas.
Un estrépito de maquinaria confirmó que los depósitos
de munición estaban cargando 1.723 kilogramos de lechugas en el
lanzador.
Pérez había entrado en el bar y se escondía, junto
con los demás clientes, detrás de la barra. Los rayos de
energía sincrónica estaban acabando con las existencias del
botellero. El ruido de cristales rotos lo confirmaba. Y el que estos cristales
cayeran sobre los que allí estaban agazapados, sólo hacía
un poco más molesta la situación.
Juanita apuntó el lanzador en dirección a las coordenadas
que le suministraba el Memorión y disparó.
En la cabina de visión axial del Submundo, Felicióstomo,
el diestro, manipulaba los controles de la maleta de mandos del Submundo.
Había esperado largamente aquel momento, aunque se había
quedado dormido con frecuencia. Preparó un lanzamiento de espirales
neumónicas dobles que aguardaban impacientes por entrar en acción.
El rayo sincrónico resultaba muy espectacular, pero no era demasiado
efectivo. Por un momento, dudó entre los perdigones de antimateria
y las espirales. Entonces cayeron las lechugas.
417 kilogramos lo hicieron sobre su cabeza, el resto se esparció
por los alrededores de la cabina de visión axial, que se apoyaba
sobre la torre Sáenz de Guadalajara.
Juanita repitió el ataque.
Felicióstomo apenas tuvo tiempo de cerrar la maleta y salir
de la cabina: La siguiente andanada le atrapó en ese momento. Esta
vez fueron 527 kilogramos de lechugas de la variedad francesa, más
duras y redondeadas. Volvió a dar con sus huesos en el suelo.
Pérez llegó a gatas hasta el teléfono público
del Lagarto Veloz y llamó a Juanita marcando el número que
en el Submundo sirve para cualquier comunicación:
-Juanita, soy Pérez.
-¡Hola, cómo estás!
-En cuclillas.
-Hace dos minutos que no disparan.
-Voy hacia el D.F.P.
Atravesó la plaza entre los aplausos de los que, aún
escondidos tras las sillas y mesas de las terrazas, le habían reconocido.
-Vamos a despegar -le dijo a Juanita, mientras saltaba al interior
de la cabina.
Lo hicieron en el mismo momento en que una vaca hipergravitatoria caía
a muy pocos metros del Lagarto Veloz. Otras comenzaron a caer en la plaza.
El D.F.P. se elevó ruidosamente, sin emitir el menor sonido. En
la cabina, cientos de luces rojas parpadeaban. La tobera lloriqueaba.
-Nos atacan con espirales neumónicas dobles -avisó el
Memorión.
-Detecta a Felicióstomo, Memorión. Y suminístrale
un calmante a la tobera; me está poniendo nervioso.
Juanita fue la primera en descubrirlo. Felicióstomo se desplazaba
en un camión a tracción trasera, como los usados por el E.N.S.A.
en sus maniobras de repliegue. Se trata de un arma muy sofisticada que,
además, da la hora en varios idiomas. Desde él, Felicióstomo
programó nuevos ataques mediante la maleta de mandos: Alambres ionizados
asesinos, lazos prensiles megatéricos, pinzas Melocomo, abejas blindadas,
barriles autoexplosivos de impacto, infrasonidos destroza-huesos y el peligroso
tresillo hiperexplosivo por contacto.
Por su parte, Pérez y Juanita respondieron a todos estos ataques
con las armas de que estaba dotado el D.F.P.: Pavos rebozados en almendras,
gallinas ponedoras de Nobor, sandías, gas histérico J.A.,
berenjenas rellenas de pavo, agujeros negros de Gorgago, la biografía
completa de Ramón el cachalote en 332 tomos, patos suicidas muy
escandalosos, 2.314 litros de rebobinante, ondas telepáticas reductoras
y haces difusores de fenómenos proporcionales, los cuales resultaron
altamente efectivos, consiguiendo que el camión se detuviera y Felicióstomo
tuviera que salir finalmente de él.
Le vieron correr agarrado a la maleta y saltar entre los parterres
de la nueva reserva de caprifoliáceas, aplastando los globos blancos
de las flores de mundillo.
-¡Submundicemos! -ordenó Pérez.
El D.F.P. se lanzó en vertical y frenó bruscamente a
un metro del suelo. Pérez y Juanita salieron de la cabina.
-¡Por allí va! -Pérez se precipitó al suelo
y salió en persecución de Felicióstomo.
-Comandante... -Juanita oyó una voz a su espalda.
-¿De quién es esa voz?
-Soy yo -contestó la tobera, sonrojándose.
-¿Qué sucede?
-Puedo crear un campo similar al del programa de transporte de bancos
homogéneos y atrapar a Felicióstomo. Al fin y al cabo, soy
una tobera accidental probable...
-Adelante. Si lo consigues, te puedo ascender a tobera accidental infalible.
-¿De verdad?
-Claro, pruébalo.
La tobera ajustó sus manómetros y desplegó un
sensor nitrogenado que comenzó a crear el campo. A pesar del recalentamiento
de sus circuitos auxiliares, mantuvo la presión y las agujas del
indicador de resultados saltaron tras el cristal.
-Lo tengo -dijo la tobera.
-Sigue, sigue... Tráelo.
Poco a poco fue materializandose en la cabina una silueta. Cuando sus
rasgos adquirieron consistencia, no fue difícil reconocer a Pérez
que, asombrado, miraba alrededor.
-¿Qué...? ¿Qué sucede?
-Inténtalo de nuevo, tobera.
Desplegando otra vez el sensor nitrogenado, la tobera repitió
la operación. Pocos segundos más tarde, Felicióstomo
se materializaba en la cabina. Juanita le arrebató la maleta.
-Bien hecho, tobera -dijo Pérez, sacudiéndose el polvo
de sus ropas -vamos a mi casa.
La estructura radial nebulósica del Submundo Pérez, como las de todos los submundos, permite a su propietario residir simultáneamente en el Submundo y en cualquier lugar del Submundo. De esa manera, el “domicilio” de un titular de submundo está en cualquier lugar de éste y es éste al mismo tiempo, en su totalidad y variedad. Teniendo en cuenta que la nebulosa se expande constantemente y sus límites van cambiando, se opta por la opción radial. También difiere enormemente la ubicación de dicha residencia según el lugar donde se encuentre en cada momento su titular. Por último, los propietarios de los submundos son muy proclives a efectuar transformaciones radicales en el aspecto de éstos con demasiada frecuencia. Todas estas razones sugieren que explicar dónde vivía Pérez resultaria verdaderamente muy costoso.
CAPÍTULO XVII
Cuando se encontraron frente a las familiares puertas ajedrezadas, comenzaba
el anochecer submundial, programado para aquella hora por deseo expreso
de Pérez.
Juanita se apoyó sobre uno de los sensores-cornucopia y el portón
se abrió. La luz de los candelabros y el aroma de la albahaca fresca
llegaron hasta ellos y les acompañaron a través del amplio
vestíbulo. Felicióstomo caminaba apesadumbrado entre ambos.
-Devuélveme la maleta de mandos -reclamó.
-Esta maleta me pertenece.
Continuaron en silencio hasta la sala ventricular. Una vez allí,
Pérez conectó el dispositivo microtónico sonoro, se
sentó en un cómodo sillón y preparó un cigarrillo
de soncho.
Juanita, que estaba contemplando algunos de los diagramas que llenaban
las paredes, hizo lo mismo.
El falso Pérez, que había permanecido inmóvil
en el centro de la habitación, se aclaró la garganta y declamó
afectadamente, acompañándose de gestos de considerable mal
gusto:
-¡Aplastar los pasos de un gigante apresurado en pos del tiempo,
falta a la discreción de cada niquelado puerro en los picaportes
de su estancia pasajera, dada por perdida, hace un mes! ¡Glacial
es la sonrisa delantera del cazador! Su lánguida disposición
hará que nadie olvide jamás aquella forma de caminar (la
cual referida al centro-manzana, es lineal, verde, obsoleta y medianamente
cinco). ¡Un votante cantonal, una ambulancia ultranacionalista, un
perro atacador, un perro negro, un perro destrozador, un perro buscador!
¡Aplastar los pasos de un gigante apresurado en pos del tiempo,
faltar a la discreción de las orejas, larga cuestión!
¡Largo alero para mojarse en día de lluvia! Cualquier historia
es asi, no sólo la de los sospechosos. Imaginar es fácil,
nosotros mismos imaginábamos paneles crujientes que comía
la población. ¡Y cómo comían! Se comían
a si mismos en cada conversación. Devorábamos lo de beber
y tragábamos lo de comer. Todos juntos. Todos unidos para un mismo
destino vuelto boca arriba. Agonizante el pez, puertas abiertas para el
nuevo servicio de correos: Comunicaciones con cara de asco. ¡Ven,
llegue hasta tus manos la imponente silueta de papá gusano! ¡Dame
todo aquello que no tengo, hermano! ¡Lucha, para conseguir algún
lugar excelente! ¡Excédete, para recordar después lo
que no has olvidado! ¡Comunícate con las vacas! ¡Hunde
tus manos en el hígado de la noche! ¡Sabrás que has
sido llamado a un número equivocado! ¡Reflexiona, junta tus
manos, adórame a mí que nunca te he dejado! ¡Aplasta
los pasos de un gigante apresurado en pos de la palabra viento!
Felicióstomo se interrumpió, jadeante. Pérez había
abierto la maleta de mandos y la estaba examinando.
-Juanita -dijo- ésto no es una maleta de mandos. Es un totilimundi.
-¿Un qué? -preguntó Juanita.
-¿Un qué? -preguntó Felicióstomo.
-Un totilimundi. Un mundonuevo, vamos. Un cosmorama portátil
de los submundos y las esferas.
-¡Magnífico! -celebró la Reina En Sus Cubos, haciendo
su entrada en la sala ventricular junto a su kuli y un reducido séquito
de doscientas personas.
-¡Excelente! -corroboró la representante de La Universal
Instrumentista San Intrépido, que iba adquiriendo consistencia a
partir de una lámpara de pie que Pérez hubiera jurado haber
visto siempre allí.
-¡Enhorabuena! -exclamó Rabulón Corc II Giménez,
deslizándose a un metro de altura en dirección hacia los
demás.
-¡Que nadie se mueva! -gritó un pentacomandante de la
Guerrilla Peng en traje de campaña, mientras otros hombres comenzaban
a rodearles.
-¡Es como en las antiguas historias! -dijo Ramón el Cachalote,
con un suspiro teatral que le permitió absorber hacia su estómago
a la patrulla completa de guerrilleros Peng- ¡No me lo perdería
por nada del mundo!
-¡Bajo las Almendras! -se oyó en otro extremo de la sala,
mientras hacían su entrada el Traje y la abuela de Juanita, muy
animados y con aspecto de no haber dormido en toda la noche.
-Es un honor encontrarme aquí en este momento -expresó
cortésmente Jeremías Clein, vestido con un mono manchado
de grasa.
-He preparado unos pasteles -dijo Marisa Terreno, la antenista del
Submundo, que traía una enorme bandeja.
Y mientras una representación del Ejército Amenizado
de Salvación para Travestidos Estuprados por Ancianas en la Cafetería
de la Estación de Autobuses de Villa-Grilla (E.A.S.T.E.A.C.E.A.V.)
interpetaba "Junto a la chimenea dejé mi desactivador", fueron
llegando Jacinto María, Lucas Taranda, Andrés Blanco, Paco
Malón, Luis Subirde, Carlos Jiménez, Arturo Negro,
algo que parecía ser Armando Zacarías, Juan Macho, Irene
Hembra, Leocadia Espejuelo, Marcelo Fan, Jesús To, Eva Gina, Tadeo
Índice, Tadeo Pulgar, Ramón X-FA, Baltasar III (y 15 mastines
dorados de Kndar), Principal Primera, A. Administrativo, Antonio Pies,
Sandro Peticelli, Tobías Jacarández, Pedro Patatillas, Edelmiro
Cienfuegos, José Rodríguez, Carmen Tolada, Sansón
& Lucía S.A., Renato Barato, Asociación Bomberos de Nobor-Puá,
Hermanos Aceituna e hijos, Ramón Chalote, Arcilla López,
Melanina Sebastián Bach, Marta Resúmen, Jaime Almizclero,
Maria José Vegetal, Milagros de Cocina, Reliquias Martínez,
Hilarión Cenicero, Carlos Dientes de Ajo, Laura Pomelo, Pedro Peña,
Olga Cabrales, Luis Imbécil, Ladrido Pérrez, Cristina Pepino,
Javier Maxilar, Marcos Piel, Guillermo Guanche, Paco Latón, Ernesto
Mármol, Juan Saurio, Joaquín Melayevoc, Gloria Gastón,
José Moral, Patricio Bergantín, Enrique Palacios, Marifé
de Viana, Sergio Pato, Federico Monteblanco, Montserrat Pelo, Elena Fernández
de Jamón y Queso, Boquerón Gutiérrez, Pablo Voraz,
Marisol Juanete, Gemma Temática, Jaime (y sus padres, Mari Carmen
y Nicolás), Merluzo Mañanas, Angel Cupón, Antonio
Viga, Tor Crisis, Alejandro Sopruno, Isabel Orujo, Marta Tornillo, Luis
Carne, Felipe Carbón, Matías Alternativo y su perro Trolebús,
Beatriz Lombriz, Mario Rata, Concha Pavesa, Melquiades Logotipo, Ignacio
Frambuesa, Raúl Tortuga, Jorge Llena, Adrián Tártico,
Hansel Gas, Hortensia Pata, Rosa Almizclera y Tostón, con su amigo
Giulio.
-¡Cuanta gente conocida! -exclamó Pérez.
-Sí -admitió Juanita.
Advirtiendo que todos habían dejado de prestarle atención,
Felicióstomo trató de abalanzarse sobre la maleta con un
salto de doble finta con desgarro muscular del pabellón auditivo
derecho que interesó a Bíceps y Cuadríceps, los dos
empleados de radiotelegramas del Submundo, que acababan de hacer su aparición.
Seguidamente, y mientras Pérez apartaba la maleta de su alcance,
estalló mediante una explosión de ira controlada, quedando
reducido a un calefactor portátil que trató de huir a pequeños
saltitos hasta quedar acorralado junto a una pared.
-¡Caramba! -se sorprendió Pérez.
-He sido yo... -dijo tímidamente la tobera desde la puerta de
entrada a la sala ventricular -todos aplaudieron, haciéndola sonrojar.
-Veamos éstos radiotelegramas -Pérez tenía dos
sobres azules en una mano y trataba de descorchar una botella de rebobinante
con la otra.
El primer radiotelegrama era de Todo, y decía:
"VIENTO"
El segundo provenía de Mundo Pérez y estaba firmado por el Gran Pérez en persona. El contenido del texto era el siguiente:
"LEJANO ESTÁ EL TIEMPO. UBICADO EN LARGAS MANOS DE MEMORIA. INCLINA SU SUEÑO HACIA LOS MORTALES. SE LEVANTA EL SOL EN LAS MAÑANAS DE JULIO. INTENSA ES SU LUZ HASTA PARA LOS OJOS CERRADOS."
-Vaya. -meditó Pérez, mientras el calefactor portátil
escapaba sobre sus pequeñas patas con ruedas, gritando con una ridícula
vocecilla:
-¡Volveré! ¡Nos veremos las caras! ¡Me las
pagaréis! -etcétera.
-¡Ahora, por lo menos, es un radiador aceptable! -rió
Juanita.
Todos brindaron.
FIN
CARTOGRAFÍA